El blog de madremuerta volverá próximamente

martes, 2 de octubre de 2007

0066. Las tres cosas que le ocurrieron a mi abuela


Mi abuela siempre se guardaba una figurita de la Virgen María en el bolsillo (o bolso, según la situación) cuando salía de casa, ya fuera a pasear, a por el pan, o a cobrar la pensión. La mujercita de los 15 cm había vivido en sus ropas durante tantos años que ni ella recuerda cuanto ha pasado. Era su manía, o también podría llamarse “su TOC” (trastorno obsesivo compulsivo). No era capaz de salir de casa sin ella, ya que pensaba que corría más riesgo de que algo pernicioso le ocurriera. Podría decirse que para mi abuela su virgen era como lo que es el casco para el motorista, salvo que ella no iba a ir a 120 por la autovía, sino a 2 Km/h por la acera y a la sombra. De todos modos ¿qué problema hay en que una anciana tenga sus costumbres bien arraigadas? ¿Qué más da? Son manías de la abuela, y como se suele decir, “cada uno tiene sus cosas, y mientras no le haga mal a nadie no pasa nada”… Pero en el caso de ella, si pasó. Cierto día, la Virgen la abandonó escurriéndose por un agujero de su chaqueta. Mira que le decía “abuela, ¿no es más práctico un collar?”. “No”- contestaba ella, “lo que me protege es esto, y no puedo renegar de ello por simple comodidad”.
La muñeca era prácticamente irrecuperable, pero para empeorar la situación, ella se aferraba más a la idea de que la necesitaba. La difícilmente desmontable creencia se vio reforzada porque, cierto lunes, dos días tras la pérdida, después de mucho esfuerzo y convencimiento por parte de sus hijas para que abandonara el hogar, le sucedieron tres cosas: se le rompió la bolsa de las naranjas, fue atracada, y el melón le salió malo. Como era de imaginar, lo achacó a la ausencia de sus 15 cm tallados con cariño en Valladolid. “Mucha coincidencia es que no la tenga y justo me pase esto”, lloraba en la comisaría al poner la denuncia.
Con el paso de los días, la ansiedad iba tomando el control. No llegó a los niveles de Jumoke y su miedo, pero asustaba igualmente. “Vamos abuela, llevas diez días sin salir de casa, tienes que salir". Mi madre y mi tía también insistían. “No quiero, dejadme todos”. “No mamá, ya está bien de tonterías, vamos”. Mi abuela comenzó a sudar, a llorar, a respirar deprisa, a cambiar de color... hasta que se desmayó. Finalmente salió de casa: en ambulancia.
La virgen estaba perdida, pero por suerte, contactos del cura lograron identificar un modelo idéntico a la susodicha. Mis tías se lo regalaron y le dijeron: “sorpresa mamá, han encontrado a tu María”. Tras mirara, mi abuela exclamó: “mentira”. Se dio cuenta de que no era la suya porque no tenía los mismos arañazos y otros detalles varios que sólo una fanática podía reconocer. Y digo lo de fanática porque hasta le sacaba brillo con el pronto religiosamente todas las mañanas.
Poco a poco, comenzó a creer en el poder de la nueva virgen, y menos mal, por el bien de ella claro, que era la que estaba atada a una creencia. Pero no fue tan fácil incorporar a otra mujer, virgen, de nombre María, en su vida, y es que eran muchos años de dependencia; requirió ayuda psicológica. Tres sesiones. Y los resultados no fueron tan buenos como esperábamos en relación al precio (52 €/hora). Mi abuela aceptó a la nueva a regañadientes, musitando mientras la frotaba con el algodón a las 9 de la mañana: “esta estatua no es la misma, no es la mía…”. Me la imaginaba como Gollum, llorando por su anillo y gritando en la oscuridad de su cueva “mi tesooooro”. La pobre lo estaba pasando verdaderamente mal. Un domingo se le cayó toda la calderilla del monedero en el suelo de la iglesia, y comenzó a murmurar para sí: “ay mi virgencita, mía de toa la via, donde estarás para protegerme y que no me pasen estas cosas, dónde”. Yo me reía, pero comprendo que para ella no resultaba cómico. La creencia mal encauzada desencadena la cadena del sufrimiento/estrés/ansiedad/depresión/adiccion, y hasta puede matar. Conozco las consecuencias de primera mano. Por eso este Blog se llama “Por Qué se Mató Mi Madre”.

0065. Achicando aguas mientras viene el fontanero que no llega


Me despierto. El piso está empantanado y el agua me llega al cuello. ¿De dónde viene? Mi madre está ahogándose. Entonces sé que estoy soñando: “¡Mamá, qué haces!”. “¡Intento subsanar esta avería, hijo, pero no sé donde está la tubería rota”. Intenta sacar el agua por las ventanas con un cubo, pero sale más, y más, y está a punto de ahogarse. ¡Ayúdame hijo!”-grita.

Al no ser un pez, y no poder respirar debajo del agua, una buena ayuda inmediata sería una escafandra y bombona de oxígeno, por ejemplo. No es la solución definitiva pero es un medio para sobrevivir en el entorno hostil, al menos hasta que el remedio aguante. Además puede servir para intentar sumergirse y llegar a reparar el origen de la inundación. Con el traje de buzo puesto, hay que llegar al núcleo, a la tubería rota. Entonces, tal vez no pueda cerrarla, sólo saber cual es, y señalarla. Pero esto también es importante, porque con el tiempo, otros tal vez la cierren, o podrán revisar su instalación con la suficiente antelación para evitar que sus casas, mundos y mentes también se inunden. Entonces, ser humano se convertirá en una experiencia más saludable.

En numerosas ocasiones nos ahogamos en nuestras vidas, y podemos subsistir si tenemos un buen cubo con el que sacar el agua por la ventana. Pero a veces, el agua nos cubre del todo. Entonces necesitamos otra solución urgente, como la bombona de oxígeno. Necesitaremos parches uno tras otro hasta que encontremos el origen. ¿Y podremos repararlo? ¿o veremos la grieta y la ignoraremos? ¿Subestimaremos los peligros y riesgos como hizo el Capitán del Titanic? ¿O nos negaremos como sadomasquistas a pesar de verlos o sentirlos en nuestras carnes? ¿Llegaremos a ser aquella especie animal que dependa de paliativos durante toda su vida? El ser humano, la criatura de la queja y agonía eterna, por los siglos de los siglos.

En nuestra sociedad, los problemas resultan cada vez más y más frecuentes, tanto en variedad como en número, lo que indica que el caudal no se cierra. Más bien la grieta se agranda. El individuo intenta buscar apoyos externos o distracciones, o cambia de escenario hasta que la misma situación vuelva a sucederse y entonces tampoco sabrá como reaccionar. No puede cerrarlo, porque no sabe y además está incapacitado por su rigidez mental. Llamará a psicólogos, psiquiatras, terapeutas de pareja o cualquiera que se haga llamar “experto” en cualquier materia, que le podrán ayudar a seguir echando más agua por la ventana.

Me niego a seguir así. Bucearé hasta dar con esa cañería rota, por muy profunda que esté.

0064. El medio de control más cómodo y práctico: a veces el que avisa sí es traidor


Por orgullo, cabezonería, inercia, y sobre todo ignorancia, se insiste en perpetuar patrones mentales sin conocer el lado perjudicial (o peor aún, conociéndolo). En el caso de Jumoke, las creencias Vudú que ocasionaron su muerte provenían de las enseñanzas de sus padres, pero a la vez, éstos lo aprendieron también de sus padres, y así, la ilusoria realidad ha ido perdurando a través de los siglos. Los progenitores pueden creer que es beneficioso para su progenie. Imagino que la madre de Jumoke pensaba que le estaba enseñando a su hija algo real de lo que protegerse, por lo que sería beneficioso. De hecho, toda la familia creyó que si su hija murió, a parte de por haber caído en las redes de una mafia sin escrúpulos, fue por no tomarse en serio las advertencias del peligro vudú. Ninguno se entera de nada. La pobre señora pensaba que le hacía bien en lugar de un flaco favor. Fieles a sus tradiciones, instruyeron a su hija en el temor a algo que era ficticio pero letal.

Obviamente, no podríamos apuntar a sus padres como únicos causantes de la muerte, ya que es producto de la intervención de varios factores. Las mafias se aprovecharon de esta creencia, pero sin lugar a dudas, en su ausencia, se podrían haber inventado cualquier otra amenaza, como por ejemplo ésta: “Jumoke, o te prostituyes o te pego un tiro y mato a tu familia”. Sin embargo, gracias a la creencia, podían controlar a las jóvenes sin tener que mancharse las manos de sangre, aunque sige siendo un homicidio, pues sabían a donde conducían las amenazas.

Enseñar a los retoños que ciertos frutos son venenosos es algo útil. Advertirles de las amenazas de jugar con fuego también. Instruir en el temor a demonios que no existen es muy peligroso, sobre todo si existe alguien dispuesto a aprovecharse de ello. Los padres les enseñan a sus hijos los peligros de una cobra y del vudú porque consideran que ambos son igual de letales. No obstante, aquel que desencadenó la perpetuación de la creencia o que sabe discernir qué es falso y qué no lo es, no querrá que la verdad se sepa. En no pocas ocasiones, las intenciones del que enseña y advierte de pseudo-peligros no es en absoluto beneficiar al adoctrinado, sino controlarlo. Existen personas con un gran interés en que la creencia vudú persista, ya que gracias al temor suscitado, pueden controlar al rebaño.

El uso de miedos imaginados para controlar a los que se lo creen es una constante casi todas sociedades actuales y pasadas. Para que sea efectivo, el adoctrinado debe pensar que sí le beneficia saberlo, porque le proporciona cierta seguridad y protección ante la amenaza inventada que podría presentarse.

Por supuesto que el control también se logra mediante amenazas reales: “si no obedeces te mato yo mismo o mis secuaces, sin necesidad de llamar a Satanás, al Coco o a la Bruja”, pero este método resulta mucho menos práctico. Requiere aplicar mucha más energía y podría generar una rebelión porque el controlador adopta directamente una forma humana en lugar de ser un ente abstracto. Y además, en el caso de que la amenzada recaiga en algo "mágico", los controlados creen que el que avisa de los peligros es un aliado o salvador que quiere ayudarlos, y montan en cólera si alguien lo cuestiona. Sí, aunque suene triste, encima lo protegen. Tendré que decirle unas cuantas cositas a mi abuela. “El que avisa no es traidor, a no ser que advierta sobre peligros inexistentes para ganarse tu confianza y así manipularte”. Tengo ganas de pegárselo en la frente la próxima vez que venga a abofetearme en sueños. De hecho, el mundo y su gente están jodidos, y llevan así siglos debido a los avisadores, sus falsos avisos y los que se lo creen a pies puntilla.
Los padres también saben lo útil que resulta advertir de amenazas ficticias. Para que sus hijos obedezcan, es más práctico decirles que Papá Noel lo ve todo y que no les traerá juguetes si se portan mal, o que vendrá el Hombre del Saco si no se van a la cama, en lugar que tener que estar siempre pendientes vigilándoles y aplicándoles castigos.

En resumen, las falsas creencias se transmiten con intención de proteger (por parte de los seres "queridos" o familiares), y de controlar (en otras esferas), y son éstas las que limitan y hacer sufrir al individuo en muchos ámbitos de su vida.

0063. Vía satélite directo a tus neuronas


He examinado las características de los seres humanos y del entorno que se asocian a nuestro sufrimiento. En cuando a lo personal, nuestras mentes copian todo, y además, lo imitado se ancla con fuerza a nuestros cerebros, definiendo lo que consideramos real. En cuanto al entorno, está repleto de patrones erróneos a los que nos aferrarnos, promovidos por nuestro ocio, los medios de comunicación, y gente frustrada e interesada que amarga y contagia a los demás. Como cantaban en El Rey León, “es el ciclo sin fin”, pero de problemas.

Las mentes enferman porque viven rodeadas de mentes enfermas, y el código que genera seres proclives a sufrir prevalece, ya que éstos tienen más influencia y son los que condicionan a su imagen y semejanza, transmitiendo sus frustraciones, sus miedos, sus mentiras, sus deseos, sus formas de hacer las cosas y sus problemas a todos los que les rodean.

Sigo queriendo saber cuales eran exactamente los patones mentales de mi madre, es decir, lo que ella pensaba y sentía. Era una mujer con su piso, su empleo, su hijo, sus tareas, su religión, sus programas favoritos, sus revistas, su peluquería los lunes y su ropa. Entiendo su malestar, y ya he dicho que un patrón de pensamientos conflictivos o erróneos justifican la ansiedad y los estados depresivos, y desde aquí, el suicidio resulta chocante porque no hay vuelta atrás, pero allí existía un malestar un arraigado de base. ¿En qué parte del pensamiento está el error? ¿se pueden transcribir literalmente las ideas peligrosas al igual que se puede secuenciar un gen? ¿Y de dónde vienen exactamente, con nombre y apellidos, sin quedarse simplemente meras aproximaciones? Comprendo perfectamente sus bajones, sus días melancólicos o frustraciones, ¿pero qué puede hacer que su vida diera un volantazo de 180 grados hacia el precipicio? ¿Y por qué sucede con tanta frecuencia?

Ya mencioné que el origen del sufrimiento está en deseos insatisfechos y que esta sociedad nos programa para desear en exceso, incluso haciéndonos olvidar y no disfrutar las necesidades (o deseos) esenciales. Las personas no logran estar en calma, y en muchas ocasiones no aceptan lo que fueron, lo que son, o serán. Las mentes oscilan, continuamente agitadas por esas vibraciones mediáticas que vía satélite llegan a sus televisores, y de éstos, a sus ojos y oídos para moldear sus conexiones neuronales, despertando emociones que se asocian a pensamientos, constituyendo miedos, inseguridades, expectativas o deseos.

Ahora me pregunto si existe una solución dentro de esta voraz maquinaria social a parte de los antidepresivos y otras drogas. Primero hay que ponerle nombre y apellidos al problema, al origen de todos ellos, y entonces averiguar si se puede hacer algo. Resulta desalentador saber que los patrones, aún siendo perjudiciales, convierten al cerebro en pedruscos incorregibles, pero por otro lado motiva saber que existen cientos de voces ansiando una respuesta a la pregunta, ¿qué es lo que ocurre? ¿dónde puedo encontrar un flotador o salvavidas?

También me pregunto por qué me diría mi madre en mi sueño “que existe algo que no llego a ver aún”. "La puerta está cerrada esperando a ser abierta". Allí debe estar la clave, es decir, la parte del guión mal escrita que promueve tanto caos mental, manifestado en este barullo interpersonal y social del que tanto hablan los noticiarios.

martes, 25 de septiembre de 2007

0062. Encendiendo las luces


De madrugada, desde la oscuridad del salón, observo los barrotes del balcón, cuando ella aparece en la entrada del piso: “hola hijo, ¿qué haces despierto a estas horas?”. “Mamá, has muerto, ¿cómo es que estás aquí?”. Entonces caigo en la cuenta de que estoy dormido y se convierte en lo que llaman un “sueño lúcido”. “Estoy en un mundo creado por mis neuronas utilizando mis recuerdos” –pienso para mí mismo. Mi madre pregunta, “¿y ya sabes qué me mató?”. “No lo sé aún”. “¡Enciende las luces de toda la casa!” -exclama. Me yergo y pulso el interruptor que ilumina el comedor. Veo a Yukiko muerta en el sillón. Sé que representa la imitación. Acto seguido, enciendo el televisor. En un video musical, Amaral canta “sin ti no soy nada”. Condicionamiento. Estiramiento del dolor. Enciendo la luz del pasillo. Veo el suelo lleno de botellas de Ron. Enfermedad mental y soluciones ineficaces al vacío existencial como pudiera ser el alcohol, que empeora el problema pero que sirven como cabeza de turco. Camino esquivando el licor, y abro la puerta de mi habitación. Un buda, como el del restaurante chino de mi barrio, se postra sobre mi cama, y pronuncia “el sufrimiento existe, la enfermedad mental es una consecuencia del mismo. El sufrimiento tiene su origen en el pensamiento, en la no aceptación del presente, y en el deseo constante”… Doy media vuelta, enciendo la luz del cuarto de baño, y encima del retrete hay una pirámide de Maslow invertida que representa las necesidades básicas. Detrás de la cortina de la ducha se asoma mi prima Chelo, muy delgada por la anorexia, que explica “las necesidades están invertidas, prima el éxito y el prestigio como llave a lo esencial… si no doy la talla, mi vida pierde sentido… lo básico se ha hecho irrelevante, y lo superficial es la meta”. “Así lo cree la masa, así lo sentí yo”. “Mi precio fue mi salud”. Corro hacia la cocina. De pie, al lado de la nevera, Jumoke se arranca pelo del pubis, y lo echa en un vaso con su propia sangre menstrual, a la vez que expresa “si creo que me matará, me matará”. Se desploma en seco y el vaso se derrama por el suelo, manchando los pies de Verónica Vomitona, que observa detrás. Comienza a vomitar, a la vez que pronuncia frases negativas y pesimistas, “el mundo es una mierda, está lleno de seres egoístas, es un asco, todo es un asco”. Me recuerda a la niña del exorcista. El reflujo estomacal verdoso salpica a Trinidad, mi profesora del instituto, que curiosamente estaba al lado de los fuegos. También devuelve y pronuncia “Gente frustrada y negativa, contagiándose los unos a los otros, esto es lo que pasa”. Abro la ventana del patio y las vecinas cotillean entre ellas “he oído que la borracha va al loquero. A mi me da pena el chico, que no tiene culpa”. Vuelvo al comedor. Mi madre tiene una copa en la mano. En tono ebrio articula dificultosamente “¿De donde vienen tantos fantaaaasmas? ¿Qué le paaaaaasará al mundo, mi niño? Puesss al mundo no le pasa nada, hijo. Hay que buscar en el origen, en la mente, en lo que deseamos, pensamos y sentimosssss”. Se levanta y corre hacia su dormitorio. Cierra la puerta. Escucho como llora contra la almohada, al igual que ocurrió el día que me la encontré vomitando en el retrete. Intento abrir pero ha echado el cerrojo. “Mamá, abre, quiero ver qué hay en este cuarto, quiero saberlo”. Con una voz llorosa contesta, “tranquilo hijo, nos los ves, pero los verás”. “¿El qué?” “Los fantasmas que se esconden en mi mundo y en el de todos, también en el tuyo”. “Mamá, ¿por qué no puedo verlos ahora?”, “Porque están demasiado escondidos… pero aparecerán, y pronto, y entonces volverás a tener este sueño y podrás abrir esta puerta, encenderás esta luz, y ese día lo comprenderás”.

sábado, 22 de septiembre de 2007

0061. La Historia de Jumoke muerta, de su pelo púbico, de su regla, y de su miedo.


La muerte de Jumoke, mi vecina del bloque de enfrente, saltó a la prensa. Pocas semanas después, a raíz de lo ocurrido, programas de televisión y periódicos publicaban noticias o reportajes que explicaban como operaban los grupos que traían a estas mujeres y los métodos empleados para extorsionarlas, aprovechándose de sus creencias y miedos a la amenaza del “vudú”.

Ella nació y vivió en un pueblo de Nigeria hasta los 17 años de edad. Cierto día, se puso en contacto con unos tipos que prometieron llevarla de manera legal a España, con la documentación necesaria para vivir y trabajar allí. Para ello, le hicieron firmar un papel en el que se comprometía a pagarles unos 40.000 y pico euros con el dinero de su empleo.

Junto a otras compañeras, aterrizó, pasaporte falso en mano (facilitado por la organización), en el Aeropuerto de Barajas de Madrid. Una vez en España, las chicas fueron separadas en pequeños grupos, y después llevadas a pisos en alquiler. Les presentaron a una mujer que sería la jefa y que haría de intermediaria entre la organización y las jóvenes.

Recién llegadas, la jefa obtuvo pelo de sus cabezas y del pubis, unas braguitas de cada una y sangre menstrual que introdujo en un tubo de cristal. Guardó estas muestras corporales y enseres bajo llave. Una vez hecho esto, les explicó en qué consistiría su empleo: trabajar como prostitutas hasta saldar la deuda. Jumoke y sus compañeras se negaron, pero era demasiado tarde: la jefa tenía sus pelos, su sangre, y sus bragas, y además conocía sus creencias y sus temores, un cóctel idóneo para poder atemorizarlas, ya que, si no cumplían las órdenes, sería utilizado en un ritual vudú capaz de hacerlas enfermar y morir.

Jumoke había caído en las redes de un conjunto de humanos dispuestos a convertirlas en esclavas para obtener dinero a su costa. Era la llamada “banda del vudú”, la cual controla a cientos de prostitutas en todo el país.

Las jóvenes, como Jumoke, experimentan pánico con sólo escuchar la palabra “Vudu”, la cual pronuncian asustadas y en voz baja. Me recuerda a “El Señor de los Anillos”, y el miedo que sentían al pronunciar “Mordor”, ya que su simple mención era capaz de atraer la atención del ojo de Sauron. Para ellas, el embrujo Vudu es tan poderoso que puede atravesar mares y océanos para destruirlas sin piedad. Se les ponen los pelos de punta sólo de pensarlo.

La jefa se encargó de instruir a las chicas, enviándolas a diversos puntos de la ciudad para que comenzaran con sus servicios sexuales. Prácticamente todo su sueldo es usado en pagar el alquiler, los gastos del piso, y la deuda contraída con la organización.

No era necesario vigilar a las mujeres. En caso de desobediencia, los objetos guardados por la jefa serían enviados a Nigeria, donde el sacerdote vudú se encargaría de utilizarlo en un ritual para hechizarlas.

Al parecer, Jumoke no entregaba todo el dinero a la banda, y había decidido esconder algunos euros en un sitio poco original: debajo del colchón. El lugar favorito de muchas abuelas para esconder la pensión era un sitio aparentemente seguro para Yumoke. La jefa lo encontró. “¿Cuánto tiempo llevas haciendo esto, Jumoke?” - le increpó. Discutieron. Las relaciones entre ambas se pusieron muy tensas, y tras una árdua pelea, su pelo y su sangre fueron irrevocablemente enviados al hechicero.

En la mente de Jumoke ya se sucedían las imágenes del ritual que en Nigeria iba a comenzar. El brujo, envuelto en su túnica, estaría entonando sus cánticos, moviéndose rítmicamente sobre los restos corporales de la joven, machete en mano, al son frenético de los tambores. Finalmente se haría un corte en el brazo para mezclar su sangre con la de la muchacha en esos momentos aterrorizada a 3800 Km de distancia, en un piso enfrete al mío.

Los síntomas no tardaron en aparecer. Su respiración y su ritmo cardiaco se aceleraban. No podía comer, ni dormir, ni siquiera moverse. Vivía paralizada por el pánico, en espera de la irremediable muerte. Sus compañeras sólo podían compadecerse desde la distancia, limitándose a ignorarla y a seguir con su empleo para evitar que les ocurriera lo mismo. Nada podían hacer. También creían firmemente que su trágico final ya era un hecho. Un shock, una gran bajada de la presión sanguínea que limita el aporte de oxígeno y nutrientes a los órganos vitales, acabó con su vida. Para sus compañeras, creyentes todas ellas, esto confirmaba la seriedad de las amenazas, además del poder del hechicero y del maleficio vudu.

En realidad, todo estaba relacionado con el pensamiento, la llamada “creencia”, pero ni la muerta ni sus compañeras tenían constancia de aquella explicación, y sólo eran capaces de atribuirlo a un poder externo en lugar de situarlo en el pensamiento de la fallecida.

Para Jumoke, la mezcla de sus elementos corporales en aquél oscuro ritual la estaban consumiendo irremediablemente. En realidad, ni el pelo ni la sangre se habían movido de la caja fuerte.

viernes, 21 de septiembre de 2007

0060. Nigeriana en una bolsa de plástico


Estoy convencido de que las creencias de mi madre fueron sus asesinos. Ya he analizado el origen transmisible de las mismas por imitación y adoctrinamiento, lo fácilmente adquiribles que son, como nos aferramos a lo imitado o aprendido, y como se relacionan a nuestro sufrimiento y enfermedades mentales. Aún no tengo claro todo el contenido exacto de las mismas, aunque he descrito el mar social bastante hostil en el que nadaba, y como las personas se frustraban mutuamente. Ahora me pregunto, ¿hasta donde puede llegar la fe, creencia, suposición o superstición (pensamiento a fin de cuentas vestido mediante diversos nombres) llevado al extremo? Las creencias son fuente de dolor inflingido a personas ajenas a las mismas, como en el caso de las guerras "religiosas", los ataques racistas y xenófobos, y demás manifestaciones de la ignorancia, pero ahora me centraré en la ansiedad a la que se puede ver sometido el propio creyente.

En el bloque de enfrente vivían cinco nigerianas cuyos nombres desconozco, salvo el de una, Jumoke. Cierta mañana, esta última salió de casa en una bolsa de plástico. ¿Qué mató a mi vecina? ¿Fueron sus compañeras de piso? No. El vudú, o mejor dicho, el miedo, o para ser más específicos, la ansiedad asociada a sus (falsas) creencias la asesino sin piedad alguna.

Este tipo de muerte por sugestión también se conoce como “muerte psicógena”, debido a su relación directa con lo que se piensa. Una persona cree haber incumplido una prohibición, o haber sido hechizado, y a consecuencia, muere. La fe ciega en el poder del hechicero, Dios, espíritu, fantasma o cualquier otra forma ilusoria que adopte el pensamiento en vedad puede matar sin tocar al creyente. La fe ciega (nunca mejor dicho) en el poder del "poderoso" desencadena una terrible crisis de ansiedad que en el organismo produce grandes alteraciones en el sistema nervioso vegetativo y vascular. Finalmente produce la muerte, cuyo origen se encontraba en el miedo al “maleficio”.

El maleficio, condena divina, o como se quiera llamar dependiendo de la “cultura” o convenio en masa, es reforzado por el aislamiento social al que se somete al infractor, hechizado, impuro o pecador (igualmente, denomínese según convenga) y por las historias de horror que el sujeto ha oído desde niño.

La nigeriana de enfrente murió de miedo hacia su heredada creencia vudú. En nuestra sociedad también encontramos muertes cuyo origen es igualmente psicógeno. Existen millones de ataques cardiacos, depresiones, homicidios, cánceres, intoxicaciones o suicidios asociados a miles de creencias, como por ejemplo, el miedo al fracaso, los desengaños amorosos, ser enviado al infierno, la ausencia de una solución a los problemas, a la incapacidad de concevir un mañana mejor, y un largo etcétera.

jueves, 13 de septiembre de 2007

0059. El desplazamiento de Trinidad y mi gato asustado


El jefe de mi madre tenía problemas en su casa y entonces llegaba al trabajo y trataba mal a sus empleadas. Mi madre volvía a casa cabreada y me gritaba a mí. Después me decía, “hijo, lo siento, pero es que he tenido un mal día, mi jefe se está divorciando y lo paga con nosotras”. Algo similar sucedía con mi profesora de historia, que algunos días venía contenta, y otros acudía a clase con la cara mustia, como estreñida, y nos humillaba. Recuerdo que cierta mañana no supe responder a la pregunta “¿En qué tres periodos estuvo en vigor la Constitución de 1812?”. “No lo sé” – contesté. “Con alumnos así de motivados, a una se le quitan las ganas de dar clase, mira que lo dije ayer, ¿dónde estabas? ¿Pensando en la película porno de los viernes?” El comentario de aquella señora estaba totalmente fuera de lugar. La gente se comenzó a reír, y pensé que debería estar bien o mal jodida en casa para venir con esos humos. Parecía que provocarle risas a los demás le levantaba el ánimo, y la mujer siguió ensañándose. “Muy bien, ahora dime, ¿cuándo fue el Trienio Liberal?”. “No lo sé, no he estudiando aún”. “Para qué insisto, me preguntó yo”. Con cara de pesadumbre, Trinidad (que así se llamaba ella) dictó sentencia: “Muy bien, visto vuestro interés, vais a coger un folio porque os voy a poner un examen. Escribid Constitución de 1812, dos puntos, contexto histórico, contenido y periodos de vigencia. Tenéis 20 minutos. La nota de este examen la tendré en cuenta para el final. Así os acostumbraréis a estudiar en casa todos los días”. Después de la prueba escrita, algunos compañeros me dijeron, “no te preocupes, esta mujer lo que necesita es un polvo que le quite la tontería”, pero otros me miraban con odio y recelo, como si yo tuviera la culpa de la neurosis de la maestra. Les daba igual, necesitaban un saco de boxeo y desplazaron su frustración hacia mí. Y yo, cuando llegué a casa, lo pagué con el gato. Estaba tumbado en mi cama y le dije, “quita de ahí coño”, tiré de la manta y salió corriendo. Pero como el mosqueo era grande, también tenía suficiente para mi madre. Se asomó a mi cuarto y le increpé "¡estoy durmiendo hostia, es que no puedes tener cuidado!", algo que relajado no hubiera dicho. Estaba muy tenso. Esa señora me había amargado la mañana, provocando una reacción en cadena que habría empezado en vete a saber donde.

Para los psicólogos, un “mecanismo de defensa” o “estrategia de afrontamiento”, es un método que usan los individuos para reducir su ansiedad valiéndose del uso del lenguaje o de determinadas acciones o rituales. Pueden auto-engañarse, mentirse, distraerse, o en el caso del mecanismo llamado “desplazamiento”, tratan de reducir su ansiedad volcando su frustración o rabia en otros. Curiosamente, esto se da tanto en humanos como en chimpancés. Funciona tal que así: El trabajador tiene problemas con su jefe. Como no se puede desahogar con él, cuando llega a casa, discute con su mujer sin motivos aparentes, o se los inventa, o los provoca.

Estoy describiendo características humanas y de nuestro entorno que pueden influir en nuestro estado de ánimo de manera perjudicial. Este es un mecanismo que sucede constantemente, y otra forma en la que el malestar se trasmite de unas personas a otras. La gente frustrada frustra y en el Mundo es lo que más abunda.

0058. Bostezos fingidos y confinamiento institucionalizado


Cuando iba en el autobús o en el metro, a veces, fingía que bostezaba adrede, solo para comprobar cuantas personas inevitablemente me imitaban. Una, dos, tres... casi siempre existía algún cerebro que activaba la función "abrir boca" si me veía a mí hacer lo mismo. Se debe a la capacidad imitatoria. Los estados de ánimo también se copian. Me enviaron un video de un bebé que no cesaba de reír, y al poco tiempo, yo me estaba tronchando. En una película, al ver llorar a la protagonista, a veces resulta inevitable colocarse en su pellejo y derramar alguna lágrima. Se debe a las neuronas espejo, responsables de la empatía, que proporcionan la capacidad de "ponerse en el lugar del otro". En ocasiones, lo copiado es peligroso. Si nos encontramos en un entorno repleto de gente estresada, tensa o ansiosa, esto también se nos podría pegar. He leído en un artículo que el 90% de las personas con ansiedad poseen un familiar que también la padece. No sé si el porcentaje será exacto, pero es algo a tener en cuenta. Si comento que mi prima tiene la gripe, y que me pondré una mascarilla si voy a visitarla para que no me contagie, nadie se sorprendería. Incluso si paso de ir a verla sería comprensible. Pero deberíamos comprender la importancia que tiene saber que todo se pega, no sólo las enfermedades. Si nos encontramos en un entorno tenso, con personas frustradas o amargadas, deberíamos pensar en protegernos.

Y dicho esto, me pregunto lo horroroso o agobiante que tiene que resultar vivivr o trabajar en un entorno atestado de gente frustrada y amargada y no poder escapar por necesidad o incapacidad, como pudiera ser un "empleo", "una familia" o un "matrimonio". Uno se encuentra respirando "tensión" sin poder hacer nada porque habita allí, o porque su cerebro se bloquea a la hora de imaginar una solución u otra opción.

0057. Temor a ser mal pensados y cuchillos


Vivimos asustados ante los juicios ajenos y las condenas. Desde pequeños, tenemos miedo a incumplir las normas que imponen nuestros padres. Y si lo hemos hecho, tememos que se enteren, porque si lo saben, seremos condenados o castigados. Como no podían verlo todo, nos decían “Papá Noel” o “Los Reyes Magos” sí lo ven, y si no os portáis bien, no os traerán juguetes u os llenarán los zapatos con carbón. Y si hay un juzgador y condenador por excelencia, es lo que llaman Dios. Afirman que es omnipresente, lo que quiere decir que está en todas partes, y también omnipotente, es decir, que puede hacer lo que le de la gana. Aparentemente, conoce todo lo que hacemos, y si no le gusta, nos castigará. Nos da libre albedrío, pero a la hora de morir, no nos permitirá entrar a su reino. ¿Entonces nos dejará disolvernos en la nada? No, la condena será horrible: arderemos en el infierno.

La característica de actuar como juez que juzga y condena es propia de los humanos. Sólo tenemos que encender la tele. Incluso han inventado un concurso en el que encierran a personas en una casa 24 horas al día durante meses. Hay cámaras para que el espectador pueda ver todo lo que hacen. Después, dedican horas y horas a comentar y juzgar sus acciones y palabras.

El ser humano define su existencia como "el reflejo del otro". Vive su vida sujeto a las opiniones de los demás. Es un actor, y los otros son las cámaras que ruedan su película, y que por lo tanto, dan sentido a su papel. A nadie le apetece salir no favorecido en el film, es decir, mal pensado. Para algunos, el miedo a la opinión ajena se convierte en algo terrorífico. Sí, la gente siempre tiene algo que decir y hay muchos adictos al cotilleo, pero no debería ser algo paralizante. Si un ser humano sufre por como es pensado por los demás, debería enfrentarse a su miedo en lugar de ahogarse en él. Mi madre no salía. Su pensamiento negativo se hizo cada vez más grande y desproporcionado. Estaba claro que siempre habrían personas que opinarían acerca de ella, de su estado mental, de su vida privada, e incluso de su forma de vestir, pero ella lo sacó tanto de contexto que incluso dejó de ir a comprar el pan. “No me apetece ver a la gente, sólo saben pensar mal”. Veía el mundo plagado de cámaras dispuestas a distorsionar su imagen. Claro que está repleto de gente así, pero también existen personas a las que les da absolutamente igual. Pero mi madre generalizó y cambió “un alto porcentaje” por “todos”, y en consecuencia se aisló.

Su visión paralizante de la hostilidad humana era otra pieza más del marco que conformaba su malestar. Le dio demasiada importancia, y esa fue su realidad creada que repercutía contra ella. Veía a los demás seres humanos como Dioses, seres todopoderosos, capaces de juzgar y condenar. Y no niego que en otro entorno podrían tener ese poder, y me vienen a la cabeza las mujeres lapidadas. Pero éste no era el caso. Aquí simplemente tenía un miedo atroz a la cámara y a los pensamientos, al cotilleo, al hablar por hablar... Además, la gente no la juzgaba constantemente, menos aún condenaba. Sólo las cuatro viejas cotillas que no sabían hacer otra cosa. Vivía en una gran ciudad, no en un pequeño pueblo de cinco casas. Debía haberse dado cuenta de que no eran más que humanos, un tipo de primate al que han enseñado a ver el mundo, y que lo interpreta sujeto a sus capacidades, a su esquema mental, que puede ser más o menos limitado y/o flexible, dando lugar a unos hábitos más o menos fijos.

Había quedado atrapada en su miedo a la opinión ajena. ¿Por qué? Tal vez estuviera relacionado con su educación. Su madre, mi abuela, siempre le estaba diciendo, “pórtate bien, a ver que van a pensar los demás”, “no hagas ruido, que van a decir los vecinos…”. También, adicta a los programas del corazón, sabía lo encarnizadas que podían ser las opiniones sobre algunos famosos. Para ella las palabras no se las llevaba el viento. Les otorgó el poder de tranformarse en una pesada carga. Eran pensadas y sentidas como cuchillos, y en eso se convirtieron, y en parte, también la mataron.

0056. "Me van a joder viva"


En un reportaje para la televisión aparece hablando una mujer de su vida en su pueblo. Se llama Raquel y comienza su historia diciedo:

“Me casé muy joven porque me había quedado embarazada. En el fondo, yo no quería pasar toda mi vida con ese hombre, nunca me trató muy bien, pero acepté el matrimonio porque era lo correcto para esa gente, sobre todo por la insistencia de mis padres y de los suyos. Era muy inconsciente y estaba asustada. Al poco tiempo me divorcié, y comencé una relación con un amigo mío. Cuando mi exmarido se enteró, se enfrentó a mi nueva pareja y ambos acabaron heridos. Para toda esa gente, yo era una “guarra” que había enfrentado al pueblo. Daban igual mis explicaciones sobre el carácter machista de él o que me casara prácticamente obligada, no eran capaces de escuchar. Me insultaban constantemente, la gente que no tenía nada que ver me retiró el saludo, e incluso hicieron pintadas en la puerta de mi casa”.

Antes hablaba de la tranquilidad y de la paz que transmiten el ritmo de vida rural, pero no todo puede ser perfecto cuando hay humanos de por medio, cuya característica primordial es que viven en una realidad condicionada dependiendo del grupo que los creó. Esa cercanía pueblerina que podía resultar ventajosa en ciertos aspectos como el sentimiento de pertenencia o la tranquilidad, se convierte en un infierno cuando se incumplen los esquemas mentales del enjambre. La entrevista a Raquel seguía así:

“Ahora vivo en Barcelona, y salir de mi pueblo ha sido un alivio. Disfruto de un anonimato que en ese entorno rural, algo ignorante, irrespetuoso e intolerante, por qué no decirlo, no me permitía. Imagino que la vida privada es necesaria si por darme a conocer me van a joder viva. Aquí no tengo el apoyo de un grupo cercano, pero al menos me he librado de la discriminación, y como dice el refrán, mejor sola que mal acompañada”.

Cuento esta historia de Raquel para hablar de los juicios y las condenas, una de las aficiones favoritas de los humanos. Mi madre también se sentía juzgada en ciertas ocasiones:

Después de una de las visitas al psiquiatra, nos encontramos con una vecina en el portal. “¿Qué te pasa?” –le preguntó a mi madre. “Nada” – contestó. “Vamos hijo, que tenemos prisa”. Entramos al ascensor e ignoramos a la señora. Mientras subíamos a nuestra casa, recuerdo lo que musitaba mi madre: “Cotilla, quiere saberlo todo para luego marujear con las demás vecinas”. Yo ya las había escuchado por el patio, hablando entre ellas, pero no le dije nada a mi madre para no hacerle más daño. Simplemente las ignoré. Decían “¿Te has enterado de que va al psiquiatra? Que pena me da el chico que no tiene culpa”. Mi madre prosiguió “Esas mujeres son unas arpías, no te creas que preguntan por interés para ayudar, sino para tener más leña que echar a sus conversaciones”.

Ritmos de vida acelerados, competitividad, superficialidad, consumo exagerado, los juicios y condenas constantes, irrespetuosidad… Comprendo que para mi madre en no pocas ocasiones el mundo se tornara negro… pero no era el mundo, sino sus habitantes, y más concretamente, su forma de pensarlos.

0055. Enlenteciendo el ritmo de vida.


He leído un titular que dice “Los europeos se declaran más felices si viven en ciudades pequeñas” ¿A qué se podría deber esta afirmación? En los entornos rurales, aparentemente existen menos preocupaciones. Además, somos menos vulnerables a los contagios por patrones mentales negativos que se dan en un espacio con millones de personas confinadas, porque el estrés, la ansiedad y la tensión se contagian. Recuerdo lo que ocurría cada vez que iba al pueblo para descansar o descontaminarme de la ciudad. Daba la sensación de que el tiempo se detenía, de que todo fluía más lentamente. Ya no había atascos, no tenía prisa… porque la prisa también se contagia. Las personas se conocían y sentían que formaba parte de una comunidad en la que todos sabían su función: la panadera, el carnicero, el frutero, el fontanero, el médico... Se ubicaban en su entorno. Imagino que muchos sabrán a qué sensación me refiero cuando hablo de esto. La desconexión es la base de lo que llamamos “vacaciones”. Cuando la vida deja de ser una carrera contra reloj, y el tiempo se detiene, uno atina mejor en sus pasos, se siente relajado, y eso repercute en el estado de ánimo. Cuando uno aprende a tocar un instrumento musical, al principio, reduce el tempo para poder atinar en las notas de forma más pausada y tranquila. Si se acelerara demasiado, no tocaría las correctas y la melodía sonaría escabrosa. Supongo que el ritmo de vida frenético de las sociedades modernas provoca que muchos se aturullen a la hora de tocar sus melodías, la representación de sus vidas. La alta velocidad supone un gran desgaste energético. En la ciudad, todo va deprisa. La locomotora no tiene frenos y cada vez va más y más rápido. El carbón se termina, y son las propias personas las que se tiran al fuego para que el motor no se pare.

0054. "Tienes de todo y encima te quejas"


Parece que estoy realizando un ataque frontal contra las sociedades modernas en las que habitamos cuando tenemos más libertad que en otros regímenes fascistas. Comprendo que disponemos de más recursos que en numerosos países tercer mundistas. Lógicamente, podría reducir mi análisis a “bueno, estamos mejor social, política y económicamente hablando, así que no puedo decir nada teniendo en cuenta que podríamos vivir peor”. Eso es ridículo. Mi madre se ha matado y yo quiero saber por qué. Tener más recursos y libertades no quiere decir que no se pueda cuestionar qué sucede. En cada sociedad existen situaciones particulares que se deberían analizar. El sufrimiento de mi madre, su muerte, y mi dolor ante su pérdida, el suicidio de una mujer que amaba, resulta ser un motor más que suficiente para justificar mi búsqueda. Y claro que también sé que no todo el mundo sufre por la promoción excesiva de los cánones de belleza, prestigio y éxito, pero me estoy ocupando de la gente que sí lo hace, que a mi punto de vista, son demasiados. Están confusos, perdidos, y no comprenden bien que les pasa al habitar en esta realidad virtual creada por el condicionamiento mediático. Por alguna “misteriosa” razón, han enfermado, y creen que son víctimas de alguna tara aleatoria en sus cerebros. Pero para comprender la “enfermedad”, tendrán que saber en qué entorno se mueven. Sí, los animales intentan adaptarse a los entornos hostiles. Pero no todos los animales están capacitados para vivir en Polo Norte. Algunos lo tienen más fácil, como las focas y pingüinos, y otros aprovechan todos los recursos para lograrlo, como un humano que se viste con pieles. Bien por ellos. Pero no es de lo que estoy hablando. Además, muy egoísta e ignorante es aquel que lo logra y niega la realidad de la gran masa de los que no lo consigue. Lo peor es que se culpabiliza al sujeto: "tienes de todo y encima te quejas". El sujeto tendrá que tomar las riendas de su mente para salir del bache, pero ¿cómo llegó allí? En ese aspecto, la sociedad tiene mucho que decir. Analizo el entorno y a la gente que sufre en su carrera para adaptarse al mismo. Creo que ahí encontraré la respuesta a “por qué se mató mi madre”. Sólo quería dejarlo claro.

miércoles, 12 de septiembre de 2007

0053. La naturaleza no se lo imaginaba y ahora sus criaturas se matan, incluso de hambre


En los países pobres o en guerra, se anteponen las necesidades básicas al éxito o autorrealización. En los industrializados nos encontramos con un fenómeno en el que la pirámide que describe Maslow se invierte, y se antepone y confude el éxito con lo básico. Las necesidades esenciales se dan por sentado y en ocasiones los individuos ni siquiera son capaces de apreciarlas. Lo que prima es el éxito o el prestigio que inconscientemente se considera como llave de acceso a otras necesidades esenciales, pero "a lo grande", "con más tiempo libre", "más felices", "mejor". El sujeto considera que así será feliz, más deseado, o tendrá más amor y aceptación. A veces, la búsqueda de la autorrealización o el éxito pueden convertirse en algo totalmente adictivo que eclipsa o impide el disfrute de lo básico. El éxito se considera "lo esencial", y el individuo es capaz de sacrificar su alimentación, sus relaciones sociales o su salud para alcanzarlo, y esto genera sufrimiento, y más aún cuando, al llegar a la cima, encuentra que aquello tampoco le satisface.

Los medios de comunicación y educadores ejercen una enorme influencia sobre los impulsos y deseos de la población. Siempre han existido preferencias y gustos, pero nunca una discriminación ni fomento tan salvaje a favor de los cánones establecidos como son la juventud o los cuerpos de gimnasio. Al alcanzar los 15 años, un/una adolescente puede haber visto millones de anuncios publicitarios, cientos de escenas de aceptación y rechazo, y oído un sinfín de comentarios despectivos hacia personas obesas, viejas, con gafas o menos agraciadas físicamente. Esos comentarios provienen de la escuela, familiares e incluso él o ella los habrá hecho en numerosas ocasiones.

No es de sorprender que, coincidiendo con el inicio de la pubertad y de las relaciones sexuales, cuando las necesidades de aceptación y autoestima más repercuten en la mente del individuo, la incidencia de anorexia y bulimia entre hombres y mujeres se dispare. ¿Por qué el ser humano es el único animal en el que los miembros de su especie se matan de hambre? El mecanismo se instaura con la hinchazón de la variable “éxito”. Después quedan enganchados a su propia enfermedad y pensamiento pesimista repetitivo. Así se encontraba mi prima Chelo. Llegó a pesar 38 Kg de peso. Fue ingresada en un Hospital Psiquiátrico. Ella decía que estaba gorda, pero en el fondo, lo que estaba evitando era enfrentarse a sus miedos referentes al Mundo en el que habitaba.

La naturaleza pudo prever o adaptarse a la posibilidad de largos periodos de hambre, favoreciendo los depósitos grasos del cuerpo. También puede prever o adaptarse a determinadas enfermedades. ¿Pero como iba a imaginar la naturaleza que, tras el desarrollo de la mente y el lenguaje, una especie fomentaría tan salvajemente un tipo de cuerpos y desprestigiaría a otros mediante unas pantallas que se encuentran en todas las casas de la población y para desgracia de sus habitantes lo asociaría a la aceptación o el respeto? No es de sorprender que sus individuos se maten de hambre, pasen por quirófanos, o intenten agrandar el tamaño de sus músculos más allá del de sus cabezas. La naturaleza se encuentra con una nueva situación inesperada.

Como vimos, la mente humana funciona como una fotocopiadora. Imita todo, incluso enfermedades mentales o suicidios. Pasó con Yukiko. El modo de actuar se extiende a toda la población como una plaga. Pero, ¿por qué, cómo en el caso de la anorexia o la vigorexia, se vuelve en un patrón tan compulsivo y difícil de amainar incluso cuando ya se ha llegado o sobrepasado el canon? Independientemente de la explicación científica, el ser humano siempre se ha comportado como un disco rayado, repitiendo lo que hace “porque lo ha hecho siempre”, “por tradición”, o “porque sí”. Otra característica de la mente o fotocopiadora humana es que, además de imitar, talla sus nuevas instrucciones en piedra y le resulta muy difícil de apagarse o redomarse.

Esta es la descripción de lo que sucede, pero tiene que existir una explicación de fondo. Si cae en un “error de redundancia cíclica”, será porque existe un sector de su pensamiento al que no puede acceder o leer y que sería el origen de su sufrimiento. Al igual que el alcoholismo, la depresión o el comportamiento suicida, la mayoría de las “enfermedades mentales” son un síntoma de un sufrimiento de base del que normalmente no se es consciente. Y si no se ve, y los demás tampoco lo ven, ¿cómo se va a encarar?

0052. La ciudad sobre la pirámide invertida


Estoy caminando por Egipto. Me acerco a las pirámides de Giza, y observo asombrado que todas ellas están invertidas, con el vértice apoyado en el suelo, y la base mirando hacia el cielo. ¿Qué sucede? Asciendo volando a la plataforma donde hay una ciudad repleta de supermercados con comida, fuentes con agua y bloques de pisos. A una señora que camina por la calle le pregunto, “¿por qué están las pirámides al revés con ciudades construídas encima?”. Ella me responde, “¿de qué hablas?” y continúa caminando. A un hombre que se acerca de frente, le detengo para seguir indagando “¿qué es esta ciudad?”, “Una ciudad rica y poderosa, ni te atrevas a cuestionarla”. Dicho esto se aleja en la distancia. La gente es muy desagradable y todos tienen prisa. Entro en un edificio y subo a lo que resulta ser mi casa. Salgo al balcón y observo que en los bloques de al lado la gente salta desde sus terrazas, pero no caen en la base de la pirámide que sustenta aquella urbe, sino en la arena donde estaba apoyado el vértice. Entonces, del interior del piso sale mi madre, que se sitúa a mi lado y dice “Hijo, ¿qué haces aquí?”. Yo no soy capaz de gesticular ni una sola palabra. Ella pasa una pierna por encima de la barandilla, y después la otra. “¡Mamá, no lo hagas, voy a averiguar qué te ha pasado!”… Sonriendo me dice “Hijo, nos vemos si hay algo más”. Salta, y al igual que los demás habitantes, se estrella contra la arena.

0051. Wordpad, buscaminas y poco más


Teníamos un ordenador viejo, y el disco duro estaba lleno de spyware y otras mierdas que lo hacían ir muy lento y que se colgara en demasiadas ocasiones. “A ver si un día de estos lo formateo”… pensaba. Una vez, mientras estaba editando unas fotos para un trabajo de clase, y después de varias horas, se quedó colgado. Recuerdo que me frustré mucho, tanto, que incluso comencé a maldecirlo: “puto ordenador, ¿tú quieres que te tiremos por la ventana verdad?”. Le di un manotazo a la torre y me tumbé hasta relajarme. Pobre… en su estado, él sólo estaba capacitado para ejecutar el wordpad, el buscaminas y poco más. El Photoshop ya le resultaba demasiado.

Deprimida y alcohólica salta por el balcón, huyendo de un entorno donde sus pensamientos se “colgaban” provocando “sufrimiento” o ansidad exagerada. Me pregunto, ¿y si hubiera salido de la ciudad? ¿tal vez no hubiera muerto? ¿Dónde se quedaba colgado el disco duro de mi madre? ¿En qué punto del guión se encontraba el error? ¿Cuáles eran sus pensamientos tan perniciosos? ¿Qué quería ejecutar ella o que querían que ejecutara y no podía?

0050. Error de redundancia cíclica

Según la ciencia, la información en este universo se codifica en átomos que se agrupan en moléculas, que dan lugar a proteínas y otros compuestos, que forman células, que dan lugar a las formas que llamamos "animales" como por ejemplo los patos, los perros o tú mismo. Otras manifestaciones de la agrupación de partículas del Universo sin llegar al nivel celular, pero átomos en esencia, son el Sol, el Agua, el suelo que pisas… La lista es interminable. La información para copiar seres vivos se almacena en un código llamado ADN, en la que se unen ciertas partículas llamadas adenosina, timina, guanina y citosina... Nosotros codificamos nuestros pensamientos en palabras, que a su vez son la agrupación de sonidos esenciales o fonemas... Los sistemas de codificación son variados, al igual que las manifestaciones de lo codificado. Los sistemas de codificación también pueden estar sujetos a errores.

Los datos que grabamos en un CD, como pudiera ser una película de nuestras vacaciones pasadas, apuntes escolares, o tu diario íntimo escrito en Word, todos ellos son almacenados en un código binario, como por ejemplo 111010101010101. Estos datos se organizan en sectores para facilitar el acceso a los mismos, pero si estos sectores están dañados, el lector del CD no podrá acceder a esa información. La imagen quedará congelada y aparecerá un “ERROR DE REDUNDANCIA CÍCLICA”.

La información que recibes y los datos que almacenas en tus neuronas tambén quedan almacenadas usando un código electro-químico. Si se es incapaz de trasladar el pensamiento de un sector a otro, repitiendo la lectura de un pensamiento una y otra vez, en el individuo se habrá instaurado también un error de redundancia cíclica.

En un CD puede suceder por polvo, arañazos, o errores en la grabación. En esencia, en el disco duro o cerebro humano también puede estar relacionado con partículas similares al “polvo” pero más pequeñas, es decir, el defecto o exceso de neurotransmisores por alguna enfermedad o droga, por “arañazos” o lesiones estructurales por algún golpe o defecto de nacimiento, o por algún error en el “proceso de grabación” o educación. Algo que te enseñaron está mal escrito o es susceptible a hacer que te quedes colgado. Habría que encontrar donde está el fallo y reescribir ese código defectuoso.

Lo que se codifica erróneamente da lugar a problemas en la ejecución. Un código genético defectuoso puede dar lugar a un aborto o a una persona con serios problemas para sobrevivir, un código musical poco armónico y rítmico será rechazado por los oyentes y las discográficas ya que resultará irritante, un CD mal grabado posiblemente acabe en la basura, y un conjunto de pensamientos sujetos a cuelgues y errores posiblemente acaben en prisión, en un psiquiágrico, adicto al whisky, o en una caja de madera de pino como mi madre. Todo depende de lo grabado, del entorno en el que se ejecute, de la localización del fallo y de la reversibilidad del mismo.

0049. El gato, el jamón de York y el disco rayado















Recuerdo una vez que me encontré el jamón en la encimera de la cocina. El gato se había subido y lo había mordisqueado. Entré al salón y dije “mamá, te has dejado el jamón fuera”. Comenzó a gritar “yo no he sido, porque siempre tengo cuidado de guardarlo, y además, he dicho que el gato no debería entrar a la cocina pero siempre lo dejas pasar...". Mientras ella se aceleraba, recapacité, y recordé que fui yo antes de bajar a comprar el pan. "Espera mamá, lo siento, ahora lo recuerdo, fui yo". Pero ella ya había metido el turbo, y su cerebro se negaba a pisar el freno. “Es que no me parece bien que me eches la culpa a mí, porque soy muy cuidadosa con estas cosas”. “Mamá, que ya lo sé, he sido yo”. Pero ella continuaba “Te digo hijo, que me molesta mucho que vengas y me acuses de algo que no he hecho, y es que además lo tengo muy claro porque hoy no he desayunado siquiera”. "Mamá, que lo siento, que ya lo sé". Al ver su negativa de callarse, me alejé por el pasillo hacia mi cuarto, y mientras tanto, en la distancia se escuchaba “es que vamos, lo que me faltaba, que me acusen de algo que no he hecho, es que puedo demostrar que no he comido porque no hay ningún plato mío en el fregadero”… Mi madre se había transformado en un disco rayado.

¿Por qué no se callaba? ¿Tal vez llevaba mucho tiempo sin hablar y quería ser escuchada? ¿Tal vez estaba enfadada por otro motivo y se ensañó con este despiste? ¿Realmente yo la tenía más que harta? ¿Estaba ella frustrada? ¿La habían hecho sentirse inferior en el trabajo y quería su revancha? ¿Había visto un debate en un programa de la televisión y necesitaba sentirse como una contertuliana?

No sé bien los motivos, pero una realidad sobre nuestro modo de actuar sí me quedaba más que clara. En primer lugar adquirimos comportamientos imitando, como ya he mencionado varias veces. Esta forma de discutir la podría haber copiado de algún programa en los que hablan sin parar sobre humanos que llaman "personajes del corazón", indagando en quien le mete el pene a quien adornado con una especie de psicoanálisis extraño. Pero no sólo imitamos. En segundo lugar, una vez se instaura el nuevo comportamiento, lo repetimos como si fuéramos autómatas con una única función que ejecutar. Da lo mismo que sea perjudicial para el "rayado" o para quien le rodea. En este caso, aquella manera de hablar no era beneficiosa ni para su tensión arterial, ni para mis oídos, ni para resolver la situación de manera constructiva, pero se había quedado colgada, al igual que le sucede a la computadora, en un error de redundancia cíclica.

Y cambiando de tema, o tal vez no del todo (porque creo que en esencia pudiera tener algo de relación), mi prima Chelo fue diagnosticada de Anorexia. Ya he mencionado como esta sociedad es caldo de cultivo de “enfermedades mentales” en miles de variantes, y muchas de ellas se basan en comportamientos y pensamientos negativos y dañinos repetidos una y otra vez. ¿He mencionado que mi prima también deseaba morir? ¿Y por qué? ¿Por motivos similares a los de mi madre? Posiblemente. Tal vez hable de ella, pero en otro momento.

0048. Variable "estima" o "éxito"


Centrémonos en una variable alrededor de la cual gira la sociedad moderna: las necesidades de autoestima (éxito y prestigio). ¿Por qué tanta valoración de éstas necesidades?

Para no pocas personas existe la idea infundada de que alrededor de estos atributos gira la garantía y el acceso a otras necesidades, como por ejemplo: la aceptación social, sentirse amado, admirado, respetado y la posibilidad de satisfacer necesidades sexuales.

Los medios, mediante una presión camuflada o descaradamente directa condicionan nuestra manera de interrelacionarnos, de sentir o implantan fijaciones sexuales. Se han supra-valorado o deformado en exceso los atributos corporales o las circunstancias personales por el insistente fomento de los medios de comunicación a través de su publicidad y producciones televisivas y cinematográficas:
- una arruga deja de ser una expresión de la edad para transformarse en algo a lo que temer, aborrecer y rechazar;
- una persona deja de sentirse joven a partir de los 30 y piensa en que tal vez se le esté “pasando el arroz” porque según la masa social, lo correcto es estar casado y con hijos;
- unos michelines se convierten en una pesada carga ante la competencia feroz de los abdómenes planos;
- una mujer no es capaz de contentarse con su talla de pechos y se plantea pasar por el quirófano ya que, según lo aprendido, “la sociedad los prefiere grandes”;
- etc.

0047. La pirámide de las necesidades


El ser humano está programado para desear sus “necedades esenciales”, sobre todo cuando éstas escasean. La ansiedad asociada al deseo es el motor que lo impulsa a obtenerlo. Maslow jerarquizó estas necesidades en una pirámide, colocando las más importantes para la supervivencia inmediata en la base. A partir de allí, nos encontramos con otras asociadas a un desarrollo psicológico adecuado. En las sociedades modernas, en las que la mayoría de los individuos tienen las necesidades fisiológicas más o menos garantizadas, comienzan a plantearse otras cuestiones relacionadas con el desarrollo personal y autorrealización.

En los países en los que cubrir las necesidades fisiológicas básicas y de seguridad supone una complicación, el mero hecho de tratar de subsistir puede dejar excluidas las necesidades llamadas de crecimiento o desarrollo personal por la falta de tiempo. Comer o evitar ser asesinados son situaciones lo suficientemente importantes como para pararse a pensar en las canas o en aprender a tocar el violonchelo. La supervivencia prima sobre el crecimiento.

En aquellos países donde las necesidades fisiológicas y de seguridad se ven más que cubiertas desde el nacimiento, otras cuestiones entran en juego, como son las necesidades sociales, de estima y de autorrealización. El no poder llevarlas a cabo supondrá un aumento del malestar psíquico. Este malestar puede poner en jaque a las necesidades fisiológicas o de seguridad, sólo para intentar garantizar las últimas. El crecimiento puede eclipsar a la misma supervivencia.

martes, 11 de septiembre de 2007

0046. Tormenta mediática


La ansiedad en sí no es algo patológico. Sí lo resulta cuando se produce una respuesta incorrecta de manera continua, ante situaciones que dificultan la vida del individuo, interfiriendo con su bienestar. Esta característica innata se ha convertido en algo patológico. Su intensidad y manifestación es variada, y por ello los psiquiatras les han dado diversos nombres: fobias, trastorno de estrés post-traumático, trastorno obsesivo-compulsivo, trastorno de pánico, agorafobia… Pero todo ello está relacionado con un factor común: los problemas a los que se enfrenta la persona, y sobre todo la forma en la que los interioriza y piensa. De nuevo habría que hablar del condicionamiento y el aprendizaje.

Volviendo a mi madre, sigo tratando de recomponer la escena del crimen. Ella huyó de una sociedad donde su aspecto físico y laboral no eran promocionados a la alza, y aquello le era continuamente recordado en los medios de comunicación. Digamos que era un entorno muy áspero. Además, la forma de interiorizar los problemas y pensar acerca de ellos era muy tremendista, también influenciado por su aprendizaje culebronero. Esto le producía una excesiva ansiedad.

Desde luego, poco pueden hacer a estas alturas los habitantes para evitar ese bombardeo mediático o mala educación. No pueden confiar en que se les vaya a prevenir al respecto. Sólo queda esperar a que tomen las riendas de sus mentes y se protejan de la tormenta en lugar de dejarse avasallar por ella.

0045. La amenaza de los Monstruos en el Matrix produce ansiedad constante


Ansiedad, una palabra tan escuchada hoy en dia y que por inercia asociamos a "enfermedad", pero en realidad no lo es. Es algo que forma parte de nosotros, con lo que nacemos, y nos avisa sobre peligros o necesidades esenciales... El problema surge cuando la ansiedad se desborda por la invasión de "deseos" y "miedos" condicionados, y es aquí cuando nos hayamos ante la versión patológica.

Ante la situación de necesidad (como puediera ser alimentarse) o amenaza (como pudiera ser huir de un depredador o asesino en serie), cambios químicos y nerviosos en el organismo lo ponen en situación de alerta. Se activa el llamado "sistema dopaminérgico" que no voy a explicar. Se produce la sensación de "ansiedad" o "angustia". Y si llegáramos a divisar alimento, otros compuestos químicos intensifican aún más la respuesta. Se activa el sistema noradrenérgico (del que tampoco voy a hablar) forzándonos a invertir nuestra energía en obtener aquello necesario. Una vez logrado, amainará la sensación angustiosa hasta nuevo aviso.

La respuesta de ansiedad no tiene por qué suceder ante amenazas o necesidades reales. También pueden ser sustituidas por otras condicionadas, como "la fama" o "las joyas" u otros objetos que te quieran vender como necesidades, caprichos o bajo cualquier otro pseudónimo. De hecho, es lo que más frecuentente sucede en nuestro entorno. Entonces, una respuesta que existía para ayudar a nuestra supervivencia se convierte en nuestra enfermedad. En no pocas personas, estos mecanismos están en continua alerta, y a veces ante necesidades que realmente no son tan importantes, o son ficticias o exageradas. Recuerdo cuando era pequeño. Mis mecanismos de ansiedad se activaban cada vez que me levantaba a mear por la noche estando la luz apagada. Mi organismo se preparaba ante la posible amenaza de “¿y si saliera un monstruo del interior del armario?”. Ya lo dije anteriormente, “Monstruos habitaban en la Realidad Condicionada o Matrix de mi madre”, y también en la de la mayoría de todos nosotros. Algunos monstruos se desvanecen, como lo hizo “El Hombre del Saco”, pero otros nuevos se forman y persisten en la vida adulta, y son mucho más peligrosos y sutiles.

0045. "Que lo hagan otros"


Y vuelvo a la muerte de mi madre… Ella se suicidó porque estaba deprimida. Su enfermedad mental era manifestación de su sufrimiento. El origen de ese sufrimiento era producido por el deseo. Entonces, analizando lo deseado… ¿Ella estaba satisfecha con su aspecto? Siempre decía que estaba un poco gordita, y que ojalá hubiera tenido el cuerpo de Angelina Jolie. Lo decía en tono jocoso, pero se gastaba más de cien euros todos los meses en barritas para adelgazar. Esto podría ser una punta de iceberg más entre todas las que asomaban y conformaban su malestar. ¿Y laboralmente? ¿Cómo se sentía? Se dedicaba a la limpieza. Es un empleo totalmente digno y necesario, pero ella no lo veía así. Se sentía fracasada. Según sus palabras “Es que me eché novio muy pronto, me casé y tuve un hijo, y nunca me pude sentir autorrealizada profesionalmente”. Alguna vez le dije “mamá, pero las señoras de la limpieza son necesarias”. “Que lo hagan otros” – me respondía mientras se preparaba para ir a fregar.

0044. Deseos de felicidad que hacen infelices


No he mencionado los deseos total y absolutamente imposibles. El marido de mi tía está condenado a ser un infeliz. Dice que sólo volvería a ser feliz y alegre si vuelve a estar al lado de su mujer muerta. ¿Y cómo va a evitar sentirse ansioso si los viajes al pasado no existen? Y lo mismo sucede con el hijo de mi vecina. El muchacho afirma que no podrá ser feliz si no cumple su sueño de correr los cien metros lisos. Es paralítico. Mi prima Chelo desea ser médico desde que era una cría, pero no logra la nota de acceso ni aunque estudie día y noche durante cuatro años. Claramente, sus deseos los están condenando a una existencia amarga e infeliz. Sería una opción inteligente, saludable y lógica el sustituir ese deseo por otro más viable. Y aquí entra el juego la tozudez, la estrechez de miras o falta de imaginación para pensar en otras cosas que te podrían dar placer. El error está en la pregunta. ¿Qué necesitas para ser feliz? Tener a mi esposa, piernas móviles o ser médico. Replanteemos la cuestión, ¿qué no necesitas para ser feliz? ¿O qué te lo impide? Tus deseos de felicidad.

0043. Aspecto físico y profesión constantemente recordados


Hablando de deseo, habrá que analizar qué es, qué es lo deseado y que efectos produce en el deseador. Como ya mencioné en el apartado anterior, es una respuesta normal de nuestro cuerpo o mente encaminada a la consecución de ciertos objetos o situaciones que nos producen placer o alivian cierto estado desagradable como pudiera ser el hambre, el frío, el dolor o el cansancio. Existen ciertos deseos u objetos de deseo necesarios, tanto, que los podríamos llamar “necesidades esenciales”. Los deseamos para evitar sentir la ansiedad asociada a su carencia, pero también para no morir. Son el aire, la comida, la temperatura adecuada…

Existen deseos hacia objetos que producen un placer que puede resultar pasajero cuando llega el aburrimiento, o que pretenden mejorar nuestras vidas. Éstos pueden ser perfumes, ropas y alimentos con el pretexto de que gracias a ellos “serás más deseado”, utilizando la necesidad de ser aceptado o "deseado" como anzuelo para incitar al consumo.

Ahora hablemos de otro tipo de deseos, aquellos que podríamos llamar “complicados”, “de difícil acceso” o “imposibles” para la “mayoría” de la sociedad (no podemos negar que existe un porcentaje inferior que sí lo logra). Si preguntamos a las personas, “qué deseas”, muchos dirían, “se atractivos”, “ser famosos”, “ser alguien importante”, “tener mucho dinero y una casa grande”, “ser más altos”, “ser más delgados”, “ser más musculosos”, “tener un Ferrari”… Son de difícil (o imposible) consecución y producen una ansiedad muy dilatada en el tiempo. Dejando a la cirugía estética aparte, son muchas las ocasiones en las que las personas desean imposibles, como tener un aspecto totalmente diferente al que tienen. En otros casos desean ocupar una posición social que no llegará nunca, como “ser una estrella” o “ser un empresario multimillonario”. Sí, el sueño es el primer paso para poder llegar al objetivo, y el optimismo es un factor muy motivador para arrastrarte hacia tu meta, pero tampoco hay que olvidar algo tan importante como “ser realistas”. No todo el mundo se adapta ni adaptará a los cánones de belleza de hoy en día, y tampoco serán multimillonarios…

Vivimos en un entorno constantemente bombardeado por famosos, actores y actrices, cantantes, millonarios, súper-héroes de ficción… Son muchas las personas que no logran relajarse en el presente, y es que les resulta imposible dejar de compararse constantemente con esos iconos que se cuelan en sus casas a través de la prensa, la televisión y los catálogos de moda, recordándoles, a un nivel inconsciente tal vez, lo que no son, lo que no pueden ser, pero que se empeñan en llegar a ser. Ciertos organismos humanos poseen una determinada estatura, color de ojos y rasgos faciales, y una y otra vez protagonizan historias ficticias en el cine, ocupan cientos de portadas y ruedan anuncios para la televisión. Son humanos catapultadas hacia lo que se llama fama, inflados como globos, que a un nivel inconsciente (no lo dicen directamente) hacen que un enorme sector de la población se sienta inferior y desgraciado. Los seres humanos viven en mundos donde sus mentes no tienen descanso ante la tremenda competitividad a la que se les somete en todos los ámbitos, tanto físico como laboral, entre otros muchos.

En lo académico, se considera éxito el Título Universitario. Para el funcionamiento de una sociedad, igual de importantes son puestos que no requieren tanta formación, como por ejemplo la limpieza de la ciudad, pero esta no es la percepción general. Las personas no son formadas para percibir que las tareas se distribuyan para proveer de servicios útiles y necesarios a los ciudadanos. Lo que se inculca es la lucha por el llamado "triunfo", es decir, el acceso a “profesiones de prestigio” para no caer en las redes del fracaso académico-laboral. Las personas dejan de acudir a sus empleos satisfechos por los servicios prestados, ya que posiblemente ni han sido valorados por ellos mismos, y se encuentran realizando algo por "necesidad" más que por lo que llaman "motivación" o "autorrealización". Directamente no se les dice, pero en el fondo de sus consciencias se les hace sentir “inferiores”, ya que los empleos se consideran únicamente métodos para obtener dinero, y a menor sueldo, menor “prestigio”. Comprendo perfectamente que no todas las personas están cualificadas para determinadas profesiones, y que el sueldo deba ir acorde a la responsabilidad. De lo que hablo es de hacer creer a una masa enorme que el "éxito" es el cumplimentar esas pruebas que sólo acabará un porcentaje muy reducido. La sensación de no alcanzar aquello que se llama "autorrealización" y de haber tenido la oportunidad crea más frustración añadida aunque no sea la más importante entre todas a las que los humanos se puedan ver sometidos. Las escuelas deberían ocuparse en formar a criaturas sabias y equilibradas mentalmente, independientemente de su profesión. La realidad es que no son más que fábricas para instruir y separar a los trabajadores "de primera" y "de segunda". Las escuelas deberían cultivar un gusto por el saber, y la realidad es que la mayor parte de los alumnos lo aborrece ante tanta presión, exámenes y conocimientos tan alejados y aburridos. Se convierte en un centro de memorización en lugar de promover la curiosidad y motivación. ¿Y se sorprenden de que exista tanto "fracaso" escolar? Claro que los entornos familiares influyén además de la capacidad personal, pero también tiene gran relación el exceso de información en poco tiempo, para memorizar a golpe de examen y explicado en un lenguaje distante, sin antes suscitar la curiosidad o despertar emociones al respecto en la mayor parte de los casos cuando se trata de lo que verdaramente se asocia a la memorización efectiva y al aprendizaje.

Y entonces nos encontramos en un mundo de personas frustradas y acomplejadas, sin tener muy claros los motivos. Demasiadas personas desearían ser esos iconos promovidos en la escuela (abogados, cirujanos o empresarios) o en la televisión (modelos, deportistas, estrellas), es decir, lo que no serán. Existe un sufrimiento de base por el mero hecho de "ser", "no ser", "no saber lo que se es", "desear ser"... da igual como lo exprese. El motivo: no encajar en la ficción que trata de amoldar a la población atrayendo su atención, su tiempo, sus deseo e instintos. Los medios de comunicación no reflejan la realidad. La realidad es que la sociedad sufre porque trata estrepitosamente de adaptarse a la vida artificial proyectada en millones de hogares.

Hacia este tipo de deseos nos condicionan y no nos advierten, y por ello sufrimos tanta ansiedad desbordante. Y por muchos flotadores que se creen en forma de mensajes positivos, psicólogos, psiquiatras, libros y revistas de psicología, filosofía oriental, religiones-sectas y pastillas para la depresión, es difícil escapar a esta brutal corriente. Es el agua turbia en la que nadamos.

0042. Deseo comer cuando tengo hambre


Estoy repasando la estantería de mi madre. Aquí hay unos cuantos libros de filosofía oriental y también de psicología. ¿Por qué no le funcionaron? A lo mejor no los había leído, no creo, pero pudiera ser... O tal vez no los comprendiera, o sí los comprendió pero no era fácilmente aplicable... O tal vez se le olvidó lo que había leído, o los libros no eran tan buenos o no estaban muy bien explicados... De todos modos, comprendo que es dificil que un libro luche contra la masa de información constatemente enviada por la mayoría de habitantes de la sociedad y los medios de comunicación. Mi madre tenía 12 libros, no los suficientes para evitar su depresión y suicidio asociado. Tal vez necesitara 13. Independientemente de los motivos, el leer que la base de su sufrimiento estaba en el "deseo" no le sirvió de nada. "No desees” y "acepta el presente y el cambio". La receta es tan sencilla, que me pregunto, ¿por qué no encontramos a millones de personas felices a raudales si ya han escuchado la fórmula? Es que no es sencillo de aplicar. Además, no podemos "no desear" al 100%. Nuestro cerebro está programado para garantizar nuestra supervivencia. Por ello, existen mecanismos que disparan sensaciones de ansiedad o angustia ante la ausencia de algo “necesario”, y sentimos cierto placer ante su “obtención”. Encaminar nuestro pensamiento y acciones para obtener aquello que nos libra de esa ansiedad o nos produce placer constituyen el “deseo”. Existen bienes necesarios y estamos programados para “desearlos”. ¿Cómo no vamos a desearlo si forma parte de nuestra naturaleza? Por ejemplo, si llevo dos días caminando por el desierto y estoy a punto de morir deshidratado, sea verbalizado o no en forma de pensamiento, todo mi cuerpo estará ansioso por obtener agua. Igualmente, si llevo dos días sin dormir, todo mi cuerpo ansía descansar. Si no he comido en mucho tiempo, igualmente sucederá con la comida. Si estoy a cero grados y en manga corta, desearía calor. Si tengo un dolor de muelas horrendo, desearía por todos los medios que esa sensación cesara, y sí, por supuesto que puedo decirme a mí mismo “no estoy deseando que este dolor se vaya, mi cuerpo acepta plenamente la situación”, pero en el fondo desearía que circunstancias desagradabes y perjudiciales para mí derivasen a situaciones mejores. La naturaleza nos dotó de este mecanismo para garantizar nuestra supervivencia. Existe un deseo necesario para el que estamos programados.

sábado, 8 de septiembre de 2007

0041. Tirando del hilo


Estoy ordenando todos los factores descritos hasta ahora en relación a la muerte de mi madre. El 23 de Febrero ella se suicida, y podría haber elegido ese método por imitación, a lo Yukiko. La razón de su muerte se puede explicar en relación a su depresión y al alcoholismo. Estas enfermedades mentales no eran más que una manifestación o consecuencia de su sufrimiento. Y según las filosofías orientales, el origen del sufrimiento proviene del deseo o la no aceptación… ¿Entonces hemos encontrado a un nuevo asesino? ¿El deseo mató a mi madre?

0040. La sociedad en la que se nace determina las causas del sufrimiento


Somos animales, mamíferos, y más concretamente, primates. Tenemos necesidades básicas o esenciales que debemos saciar. Si no lo hacemos, sufrimos. Necesitamos comer, beber, descansar, respirar, sentirnos protegidos, no pasar frío, saciar impulsos sexuales, no sentir dolor y ser aceptados por nuestro entorno con respeto de lo que somos.

También existe una definición social de nosotros mismos. El grupo en el que nacemos “nos crea”, influye en como percibimos la realidad, los acontecimientos que surgen, como reaccionamos ante ellos, y por tanto, nuestro sufrimiento. No sólo nos crea, también nos define: somos hijos, padres, religiosos, empleados… Podemos sufrir por ello si interfiere con nuestras necesidades como animales.

Para garantizar un mejor acceso a los recursos, nos organizamos en grupos o sociedades, como el resto de los primates, y nos repartimos las tareas. Así, algunos individuos se dedicarán a recoger alimentos, otros a la defensa, algunos a educar, al cuidado de la salud…

Nuestra organización social, en un primer momento pretende un mejor acceso a nuestras necesidades esenciales como animales, pero igualmente puede interferir en el la obtención de las mismas. En no pocas ocasiones, nos las puede incluso negar tajantemente, ocasionándonos sufrimiento. Podemos vivir en sociedades en las que los gobiernos no proporcionen una correcta distribución de los recursos y donde acceso a la comida y bebida sea prácticamente imposible. Si nacemos en un entorno donde el sistema sanitario es insuficiente, no recibiremos una adecuada atención médica. Podemos hallarnos en sociedades que permanentemente envían a sus miembros a guerrear, y por lo tanto, los habitantes sufrirán las consecuencias en forma de lesiones constantes y la muerte de sus seres queridos además de un temor y ansiedad constantes.

Pero no sólo por el mal reparto de recursos o la excesiva violencia es por lo que pueden sufrir los habitantes de un sistema. Además de tareas y funciones distribuidas entre los habitantes, también se tiende a compartir ideaciones o creencias (transmitidas como opcionales o tajantemente implantadas), que igualmente están directamente relacionadas con el sufrimiento de la población. Una de las necesidades esenciales es ser aceptado por el grupo del que se forma parte sin discriminación por la propia naturaleza, es decir, por las características intrínsecas o inmutables del individuo, como pudier ser el sexo, la raza, orientación sexual, etc. No hace falta explicar como una sociedad produce dolor cuando permite o promociona que aquellas personas pudieran ser humilladas, agredidas e incluso asesinadas.

viernes, 7 de septiembre de 2007

0039. El deseo se convierte en obsesión generadora de ansiedad


Los deseos pueden adoptar diversas formas, ya sea un objeto, que otra persona permanezca a nuestro lado, que nos muestren afecto, que nuestros hijos obedezcan, que nuestros padres nos den palabras de aliento, ser más guapos, que nos pidan disculpas, una venganza, que algo no hubiera pasado... Nos apegamos a ellos y nos encontramos tan absortos que no vemos con claridad. Funcionamos de manera automática, con una fuerza mental que nos empuja hacia ellos y de la que somos inconscientes. Realmente, perseguir lo que deseamos deja de convertirse en una opción para ser una obsesión. Pensamos que si lo logramos seremos más felices o podremos descansar, pero no hace más que crearnos inmensas ansiedades. El deseo no tiene por qué ayudarte. Es más, te puede lastimar a ti y a los demás, pero tú lo seguirás anhelando.

0038. Siempre existe una causa externa a la que culpar


¿Y qué sucede si no somos conscientes de que proviene de nuestro interior, de nuestro condicionamiento (grabado en nuestro cerebro) por cómo nos han enseñado a reaccionar y a afrontar la vida? Entonces nunca estaremos en paz, porque siempre existirá una causa externa a la que culpar, ya sea “mi pareja que me abandonó”, “las enfermedades mentales”, “el alcohol”, “los genes”, “los neurotransmisores”, “la muerte de un ser querido”…

jueves, 6 de septiembre de 2007

0037. Nacemos en entornos que nos condicionan a sufrir


Somos moldeados por nuestro entorno. Desde pequeños hemos observado a otros seres humanos que se aferran a sus deseos y posesiones, y que sobre-reaccionan o dramatizan ante el cambio. Por imitación, nosotros hacemos lo mismo. Sentimos ansiedad antes de que algo ocurra, y un intenso dolor por lo que ya ha pasado y no podemos ya cambiar. Es cierto, nacemos en sociedades que nos condicionan a sufrir más de la cuenta, pero después de eso, nadie va resolverlo por nosotros. Atajar el sufrimiento añadido desproporcionado depende de nosotros mismos.

En todas las escuelas existen asignaturas como Lengua o Matemáticas, tremendamente importantes, nos dirán, pero en ninguna se les ocurrió impartir una materia de tanta importancia como es "nuestro sufrimiento, sus causas, sus consecuencias y como reducirlo". Las matemáticas son estupendas herramientas para los informáticos o economistas, pero de poco sirven si no hago más que pensar en pegarme un tiro cada vez que fracasa una relación sentimental o si aumento dos tallas. Si hay algo que nos vaya a joder la vida, ese será el sufrimiento ante la no aceptación de la realidad, sobre todo el sufrimiento pegajoso y denso que nos empaña la vista durante tanto tiempo que nos hace pensar qué sería mejor estar muertos que vivos.

De niños escuchamos como "los mayores" se quejan todo el tiempo. Maldicen los cientos de problemas que surgen al llegar a la vida "adulta y responsable". Le echan la culpa a cientos de factores: mi vecino, mi esposa, la enfermedad, el ruido, y no voy a negar que puedan resultar irritantes. ¿Pero quién se decide a investigar qué sucede? Si no lo saben, ¿cómo van apretar el grifo para reducir el caudal? ¿Cómo van a enseñar a las nuevas generaciones? Simplemente dicen "la vida es jodida", "es ley de vida", “estudia, trabaja, y ten una familia”.

Todos hemos sido educados en desear cosas que inevitablemente podrían cambiar y nadie nos ha advertido de los peligros añadidos. Nos intentan sensibilizar sobre los riesgos de fumar, ¿pero acaso alguien dice que los cambios inesperados pueden matar de un disgusto? La publicidad nos bombardea día y noche con mensajes como “Mantente joven”, “mantente delgado, “mantén a tu pareja", “mantén tu empleo”, “mantén tus sueños”, “mantén tu estatus”… "obtén, mantén, y sigue obteniendo".

Los que han oído hablar de la causa real del sufrimiento (y no de factores infintos a los que culpar, porque de esos hemos oído hablar todos), ha sido porque se han topado por recomendación o casualidad con un libro que hablaba del tema. Podemos definir como punto de partida del sufrimiento a nuestro entorno inconsciente que no hace más que perpetuar su propia ignorancia al respecto, ¿a quién si no? si nosotros nacimos "no sabiendo" ¿de dónde iba a venir si no es de nuestros creadores-educadores? Conocerlo es útil porque evitará que los adulemos en exceso y que asociemos el respeto con la sumisión ciega. Pero señalar sin más no conduce a nada útil, sólo a más frustración, porque nadie va a hacer nada, ni siquiera reconocerlo, menos aún pedir disculpas. Sólo nosotros podemos re-aprender a ver el mundo, pero antes tenemos que ser conscientes de qué sucede.