El blog de madremuerta volverá próximamente

martes, 2 de octubre de 2007

0066. Las tres cosas que le ocurrieron a mi abuela


Mi abuela siempre se guardaba una figurita de la Virgen María en el bolsillo (o bolso, según la situación) cuando salía de casa, ya fuera a pasear, a por el pan, o a cobrar la pensión. La mujercita de los 15 cm había vivido en sus ropas durante tantos años que ni ella recuerda cuanto ha pasado. Era su manía, o también podría llamarse “su TOC” (trastorno obsesivo compulsivo). No era capaz de salir de casa sin ella, ya que pensaba que corría más riesgo de que algo pernicioso le ocurriera. Podría decirse que para mi abuela su virgen era como lo que es el casco para el motorista, salvo que ella no iba a ir a 120 por la autovía, sino a 2 Km/h por la acera y a la sombra. De todos modos ¿qué problema hay en que una anciana tenga sus costumbres bien arraigadas? ¿Qué más da? Son manías de la abuela, y como se suele decir, “cada uno tiene sus cosas, y mientras no le haga mal a nadie no pasa nada”… Pero en el caso de ella, si pasó. Cierto día, la Virgen la abandonó escurriéndose por un agujero de su chaqueta. Mira que le decía “abuela, ¿no es más práctico un collar?”. “No”- contestaba ella, “lo que me protege es esto, y no puedo renegar de ello por simple comodidad”.
La muñeca era prácticamente irrecuperable, pero para empeorar la situación, ella se aferraba más a la idea de que la necesitaba. La difícilmente desmontable creencia se vio reforzada porque, cierto lunes, dos días tras la pérdida, después de mucho esfuerzo y convencimiento por parte de sus hijas para que abandonara el hogar, le sucedieron tres cosas: se le rompió la bolsa de las naranjas, fue atracada, y el melón le salió malo. Como era de imaginar, lo achacó a la ausencia de sus 15 cm tallados con cariño en Valladolid. “Mucha coincidencia es que no la tenga y justo me pase esto”, lloraba en la comisaría al poner la denuncia.
Con el paso de los días, la ansiedad iba tomando el control. No llegó a los niveles de Jumoke y su miedo, pero asustaba igualmente. “Vamos abuela, llevas diez días sin salir de casa, tienes que salir". Mi madre y mi tía también insistían. “No quiero, dejadme todos”. “No mamá, ya está bien de tonterías, vamos”. Mi abuela comenzó a sudar, a llorar, a respirar deprisa, a cambiar de color... hasta que se desmayó. Finalmente salió de casa: en ambulancia.
La virgen estaba perdida, pero por suerte, contactos del cura lograron identificar un modelo idéntico a la susodicha. Mis tías se lo regalaron y le dijeron: “sorpresa mamá, han encontrado a tu María”. Tras mirara, mi abuela exclamó: “mentira”. Se dio cuenta de que no era la suya porque no tenía los mismos arañazos y otros detalles varios que sólo una fanática podía reconocer. Y digo lo de fanática porque hasta le sacaba brillo con el pronto religiosamente todas las mañanas.
Poco a poco, comenzó a creer en el poder de la nueva virgen, y menos mal, por el bien de ella claro, que era la que estaba atada a una creencia. Pero no fue tan fácil incorporar a otra mujer, virgen, de nombre María, en su vida, y es que eran muchos años de dependencia; requirió ayuda psicológica. Tres sesiones. Y los resultados no fueron tan buenos como esperábamos en relación al precio (52 €/hora). Mi abuela aceptó a la nueva a regañadientes, musitando mientras la frotaba con el algodón a las 9 de la mañana: “esta estatua no es la misma, no es la mía…”. Me la imaginaba como Gollum, llorando por su anillo y gritando en la oscuridad de su cueva “mi tesooooro”. La pobre lo estaba pasando verdaderamente mal. Un domingo se le cayó toda la calderilla del monedero en el suelo de la iglesia, y comenzó a murmurar para sí: “ay mi virgencita, mía de toa la via, donde estarás para protegerme y que no me pasen estas cosas, dónde”. Yo me reía, pero comprendo que para ella no resultaba cómico. La creencia mal encauzada desencadena la cadena del sufrimiento/estrés/ansiedad/depresión/adiccion, y hasta puede matar. Conozco las consecuencias de primera mano. Por eso este Blog se llama “Por Qué se Mató Mi Madre”.

0065. Achicando aguas mientras viene el fontanero que no llega


Me despierto. El piso está empantanado y el agua me llega al cuello. ¿De dónde viene? Mi madre está ahogándose. Entonces sé que estoy soñando: “¡Mamá, qué haces!”. “¡Intento subsanar esta avería, hijo, pero no sé donde está la tubería rota”. Intenta sacar el agua por las ventanas con un cubo, pero sale más, y más, y está a punto de ahogarse. ¡Ayúdame hijo!”-grita.

Al no ser un pez, y no poder respirar debajo del agua, una buena ayuda inmediata sería una escafandra y bombona de oxígeno, por ejemplo. No es la solución definitiva pero es un medio para sobrevivir en el entorno hostil, al menos hasta que el remedio aguante. Además puede servir para intentar sumergirse y llegar a reparar el origen de la inundación. Con el traje de buzo puesto, hay que llegar al núcleo, a la tubería rota. Entonces, tal vez no pueda cerrarla, sólo saber cual es, y señalarla. Pero esto también es importante, porque con el tiempo, otros tal vez la cierren, o podrán revisar su instalación con la suficiente antelación para evitar que sus casas, mundos y mentes también se inunden. Entonces, ser humano se convertirá en una experiencia más saludable.

En numerosas ocasiones nos ahogamos en nuestras vidas, y podemos subsistir si tenemos un buen cubo con el que sacar el agua por la ventana. Pero a veces, el agua nos cubre del todo. Entonces necesitamos otra solución urgente, como la bombona de oxígeno. Necesitaremos parches uno tras otro hasta que encontremos el origen. ¿Y podremos repararlo? ¿o veremos la grieta y la ignoraremos? ¿Subestimaremos los peligros y riesgos como hizo el Capitán del Titanic? ¿O nos negaremos como sadomasquistas a pesar de verlos o sentirlos en nuestras carnes? ¿Llegaremos a ser aquella especie animal que dependa de paliativos durante toda su vida? El ser humano, la criatura de la queja y agonía eterna, por los siglos de los siglos.

En nuestra sociedad, los problemas resultan cada vez más y más frecuentes, tanto en variedad como en número, lo que indica que el caudal no se cierra. Más bien la grieta se agranda. El individuo intenta buscar apoyos externos o distracciones, o cambia de escenario hasta que la misma situación vuelva a sucederse y entonces tampoco sabrá como reaccionar. No puede cerrarlo, porque no sabe y además está incapacitado por su rigidez mental. Llamará a psicólogos, psiquiatras, terapeutas de pareja o cualquiera que se haga llamar “experto” en cualquier materia, que le podrán ayudar a seguir echando más agua por la ventana.

Me niego a seguir así. Bucearé hasta dar con esa cañería rota, por muy profunda que esté.

0064. El medio de control más cómodo y práctico: a veces el que avisa sí es traidor


Por orgullo, cabezonería, inercia, y sobre todo ignorancia, se insiste en perpetuar patrones mentales sin conocer el lado perjudicial (o peor aún, conociéndolo). En el caso de Jumoke, las creencias Vudú que ocasionaron su muerte provenían de las enseñanzas de sus padres, pero a la vez, éstos lo aprendieron también de sus padres, y así, la ilusoria realidad ha ido perdurando a través de los siglos. Los progenitores pueden creer que es beneficioso para su progenie. Imagino que la madre de Jumoke pensaba que le estaba enseñando a su hija algo real de lo que protegerse, por lo que sería beneficioso. De hecho, toda la familia creyó que si su hija murió, a parte de por haber caído en las redes de una mafia sin escrúpulos, fue por no tomarse en serio las advertencias del peligro vudú. Ninguno se entera de nada. La pobre señora pensaba que le hacía bien en lugar de un flaco favor. Fieles a sus tradiciones, instruyeron a su hija en el temor a algo que era ficticio pero letal.

Obviamente, no podríamos apuntar a sus padres como únicos causantes de la muerte, ya que es producto de la intervención de varios factores. Las mafias se aprovecharon de esta creencia, pero sin lugar a dudas, en su ausencia, se podrían haber inventado cualquier otra amenaza, como por ejemplo ésta: “Jumoke, o te prostituyes o te pego un tiro y mato a tu familia”. Sin embargo, gracias a la creencia, podían controlar a las jóvenes sin tener que mancharse las manos de sangre, aunque sige siendo un homicidio, pues sabían a donde conducían las amenazas.

Enseñar a los retoños que ciertos frutos son venenosos es algo útil. Advertirles de las amenazas de jugar con fuego también. Instruir en el temor a demonios que no existen es muy peligroso, sobre todo si existe alguien dispuesto a aprovecharse de ello. Los padres les enseñan a sus hijos los peligros de una cobra y del vudú porque consideran que ambos son igual de letales. No obstante, aquel que desencadenó la perpetuación de la creencia o que sabe discernir qué es falso y qué no lo es, no querrá que la verdad se sepa. En no pocas ocasiones, las intenciones del que enseña y advierte de pseudo-peligros no es en absoluto beneficiar al adoctrinado, sino controlarlo. Existen personas con un gran interés en que la creencia vudú persista, ya que gracias al temor suscitado, pueden controlar al rebaño.

El uso de miedos imaginados para controlar a los que se lo creen es una constante casi todas sociedades actuales y pasadas. Para que sea efectivo, el adoctrinado debe pensar que sí le beneficia saberlo, porque le proporciona cierta seguridad y protección ante la amenaza inventada que podría presentarse.

Por supuesto que el control también se logra mediante amenazas reales: “si no obedeces te mato yo mismo o mis secuaces, sin necesidad de llamar a Satanás, al Coco o a la Bruja”, pero este método resulta mucho menos práctico. Requiere aplicar mucha más energía y podría generar una rebelión porque el controlador adopta directamente una forma humana en lugar de ser un ente abstracto. Y además, en el caso de que la amenzada recaiga en algo "mágico", los controlados creen que el que avisa de los peligros es un aliado o salvador que quiere ayudarlos, y montan en cólera si alguien lo cuestiona. Sí, aunque suene triste, encima lo protegen. Tendré que decirle unas cuantas cositas a mi abuela. “El que avisa no es traidor, a no ser que advierta sobre peligros inexistentes para ganarse tu confianza y así manipularte”. Tengo ganas de pegárselo en la frente la próxima vez que venga a abofetearme en sueños. De hecho, el mundo y su gente están jodidos, y llevan así siglos debido a los avisadores, sus falsos avisos y los que se lo creen a pies puntilla.
Los padres también saben lo útil que resulta advertir de amenazas ficticias. Para que sus hijos obedezcan, es más práctico decirles que Papá Noel lo ve todo y que no les traerá juguetes si se portan mal, o que vendrá el Hombre del Saco si no se van a la cama, en lugar que tener que estar siempre pendientes vigilándoles y aplicándoles castigos.

En resumen, las falsas creencias se transmiten con intención de proteger (por parte de los seres "queridos" o familiares), y de controlar (en otras esferas), y son éstas las que limitan y hacer sufrir al individuo en muchos ámbitos de su vida.

0063. Vía satélite directo a tus neuronas


He examinado las características de los seres humanos y del entorno que se asocian a nuestro sufrimiento. En cuando a lo personal, nuestras mentes copian todo, y además, lo imitado se ancla con fuerza a nuestros cerebros, definiendo lo que consideramos real. En cuanto al entorno, está repleto de patrones erróneos a los que nos aferrarnos, promovidos por nuestro ocio, los medios de comunicación, y gente frustrada e interesada que amarga y contagia a los demás. Como cantaban en El Rey León, “es el ciclo sin fin”, pero de problemas.

Las mentes enferman porque viven rodeadas de mentes enfermas, y el código que genera seres proclives a sufrir prevalece, ya que éstos tienen más influencia y son los que condicionan a su imagen y semejanza, transmitiendo sus frustraciones, sus miedos, sus mentiras, sus deseos, sus formas de hacer las cosas y sus problemas a todos los que les rodean.

Sigo queriendo saber cuales eran exactamente los patones mentales de mi madre, es decir, lo que ella pensaba y sentía. Era una mujer con su piso, su empleo, su hijo, sus tareas, su religión, sus programas favoritos, sus revistas, su peluquería los lunes y su ropa. Entiendo su malestar, y ya he dicho que un patrón de pensamientos conflictivos o erróneos justifican la ansiedad y los estados depresivos, y desde aquí, el suicidio resulta chocante porque no hay vuelta atrás, pero allí existía un malestar un arraigado de base. ¿En qué parte del pensamiento está el error? ¿se pueden transcribir literalmente las ideas peligrosas al igual que se puede secuenciar un gen? ¿Y de dónde vienen exactamente, con nombre y apellidos, sin quedarse simplemente meras aproximaciones? Comprendo perfectamente sus bajones, sus días melancólicos o frustraciones, ¿pero qué puede hacer que su vida diera un volantazo de 180 grados hacia el precipicio? ¿Y por qué sucede con tanta frecuencia?

Ya mencioné que el origen del sufrimiento está en deseos insatisfechos y que esta sociedad nos programa para desear en exceso, incluso haciéndonos olvidar y no disfrutar las necesidades (o deseos) esenciales. Las personas no logran estar en calma, y en muchas ocasiones no aceptan lo que fueron, lo que son, o serán. Las mentes oscilan, continuamente agitadas por esas vibraciones mediáticas que vía satélite llegan a sus televisores, y de éstos, a sus ojos y oídos para moldear sus conexiones neuronales, despertando emociones que se asocian a pensamientos, constituyendo miedos, inseguridades, expectativas o deseos.

Ahora me pregunto si existe una solución dentro de esta voraz maquinaria social a parte de los antidepresivos y otras drogas. Primero hay que ponerle nombre y apellidos al problema, al origen de todos ellos, y entonces averiguar si se puede hacer algo. Resulta desalentador saber que los patrones, aún siendo perjudiciales, convierten al cerebro en pedruscos incorregibles, pero por otro lado motiva saber que existen cientos de voces ansiando una respuesta a la pregunta, ¿qué es lo que ocurre? ¿dónde puedo encontrar un flotador o salvavidas?

También me pregunto por qué me diría mi madre en mi sueño “que existe algo que no llego a ver aún”. "La puerta está cerrada esperando a ser abierta". Allí debe estar la clave, es decir, la parte del guión mal escrita que promueve tanto caos mental, manifestado en este barullo interpersonal y social del que tanto hablan los noticiarios.