
Al igual que podría ocurrir al diseñar un programa informático, sólo es necesario que la copia original tenga fallos para que todas las demás también los tengan, porque serán meras reproducciones de la primera.
Al fusionarse el óvulo y el espermatozoide, dan lugar a una célula que llamamos cigoto. El cigoto se divide en dos. Esas dos se dividen en cuatro. Esas cuatro, en ocho… Finalmente darán lugar a una criatura de apariencia humana. Esa única célula será la que originará todo ese complejo conjunto de órganos y sistemas que somos nosotros. Si la célula originaria tiene una mutación, toda su descendencia celular también contendrá ese código genético defectuoso.
O más fácil aún, si fotocopiamos una carta con faltas de ortografía o instrucciones erróneas, esto será lo que encontremos en todas las copias.
El aprendizaje humano se basa en gran medida en la imitación. El cerebro humano copia los comportamientos y esquemas mentales de una persona que actúa como modelo, instructor, educador o guía (da igual el nombre). Si la copia original transmite algo equivocado, toda la masa que lo siga, ya se trate de cien personas, mil o un millón, todos estarán equivocados.
Todo este condicionamiento es invisible y por medio del lenguaje es enmascarado con la palabra “normal”. Normalidad sólo significa que “la masa así lo asume”. La masa es “un porcentaje elevado de la población”. No tiene nada que ver con que sea ventajoso o no, ya que, como hemos visto, el cerebro funciona, simplemente imitando.

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