
En 1774 se publicó la novela “The Sorrows of Young Werther”, que traducido sería “Las Penas del Joven Werther”, de Goethe. El protagonista se pega un tiro tras un mal de amores, y poco después de su publicación, numerosos hombres, identificados con su dolor, estaban suicidándose de la misma manera. Esto ocasionó la prohibición del libro en varios lugares. Es por esto que se utiliza el término “Efecto Werther” al referirse a suicidios imitados. Ejemplos de personajes famosos que han inspirado suicidios en cadena por imitación son el cantante Kurt Cobain, o la ya mencionada Yukiko Okada. Parece ser que la gente tiende a imitar a aquellos con los que se identifican, que les resultan similares.
En muchos países existen códigos que regulan la publicación de suicidios para evitar influenciar a los lectores o espectadores, como en Noruega, Brasil o Turquía. En Australia y el Reino Unido se trata de orientar a los periodistas en la manera de dar noticias relativas a suicidios.
Sé que a mi madre le gustaba el drama. Veía numerosas películas que se clasificaban bajo la denominación de “románticas”, aunque los personajes vivían más bien en una especie de tortura psicológica en el nombre de su concepción del amor. Sí, a ella le encantaban esas series donde las parejas rompían, se volvían a juntar, se engañaban, los hijos se volvían drogadictos, para después desengancharse y tener un accidente y quedar paralíticos… Era asidua al culebrón, a la teleserie, a la telenovela o al dramón, llámese como se quiera. Pero el drama no sólo provenía de la televisión o de la prensa escrita. Con las canciones ocurría exactamente lo mismo. La tendencia a exagerar situaciones amorosas provocaba que el dolor emocional de la situación real cobrara un peso y una profundidad muchísimo mayor. No es lo mismo cortar una relación con una pareja sentimental de cuatro años que perder a “mi todo en la vida”. Recuerdo haber oído a mi madre escuchar canciones que decían “I can’t live if living is without you” (“no puedo seguir viviendo si es sin ti”) “…me acuerdo de ti, y mi mundo se hace trizas” de Cristina Aguilera, o las letras de Maná… “desesperado en el olvido”. Es horroroso, porque suena bien y es pegadizo, por lo que resulta atractivo y se instala en el cerebro. La melodía y el ritmillo lubrica el mensaje para penetre fácilmente en tus neuronas de forma automática e inevitable.
En muchos de los programas que se ven en la televisión, el suicidio es tratado de manera simplista, justificándolo con eso del "sufrir por amor" y los corazones rotos, la dignidad o el honor dañado. De nada se aludía a las causas sociales o psicológicas, ni a los aspectos perturbados de la personalidad del suicida, como el no buscar o imaginar otras soluciones a su problema, la excesiva dependencia emocional hacia su pareja, la autocompasión exagerada, la falta de otras expectativas o metas en la vida… Los medios no sólo han condicionado la manera de morir creyéndose un romántico con causa o un héroe, sino que también han influenciado en la magnitud de las emociones asociadas a los temas que llamamos sentimentales como son las rupturas, cuernos, celos, y demás dramas y dilemas.

1 comentario:
"El dolor es inevitable , pero el sufrimiento e opcional".
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