
No he mencionado los deseos total y absolutamente imposibles. El marido de mi tía está condenado a ser un infeliz. Dice que sólo volvería a ser feliz y alegre si vuelve a estar al lado de su mujer muerta. ¿Y cómo va a evitar sentirse ansioso si los viajes al pasado no existen? Y lo mismo sucede con el hijo de mi vecina. El muchacho afirma que no podrá ser feliz si no cumple su sueño de correr los cien metros lisos. Es paralítico. Mi prima Chelo desea ser médico desde que era una cría, pero no logra la nota de acceso ni aunque estudie día y noche durante cuatro años. Claramente, sus deseos los están condenando a una existencia amarga e infeliz. Sería una opción inteligente, saludable y lógica el sustituir ese deseo por otro más viable. Y aquí entra el juego la tozudez, la estrechez de miras o falta de imaginación para pensar en otras cosas que te podrían dar placer. El error está en la pregunta. ¿Qué necesitas para ser feliz? Tener a mi esposa, piernas móviles o ser médico. Replanteemos la cuestión, ¿qué no necesitas para ser feliz? ¿O qué te lo impide? Tus deseos de felicidad.

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