
Existe un sufrimiento que podemos llamar inevitable. Recuerdo cuando me rompí la pierna. Sentí un agudo dolor físico, y después cierto malestar al no poder caminar durante semanas. Más intenso fue el que me invadió al morirse mi tía, e indescriptible es la sensación que recorrió mi cuerpo al ver a mi madre estrellarse contra la acera. Ya no era igual. Ya no volveríamos a ver una película juntos, ya no volveríamos pedir comida china, ya no tenía madre. Y sufrí intensamente. Aunque nos duela, forma parte de la vida el que las cosas cambien. Las personas envejecemos, nos ponemos enfermos, morimos, y finalmente tendremos que separarnos de aquellas personas o cosas a las que nos habíamos acostumbrado. No obstante, tendemos a creer que no tiene que ser así, pero sucede y ya nada podemos hacer cuando ha ocurrido más que aceptar la nueva realidad.
Existe otro sufrimiento que sí resulta evitable. Cuando me rompí la pierna, podría haberme tirado dos semanas llorando. Podría haber hecho un mundo de ello. ¿Y cuando mi madre comenzó a beber? Podría haber ido a la televisión a contar lo mal que me sentía, comenzado también beber, tenido mil ataques de ansiedad e histeria y haberle gritado a gente que no tenía culpa. Sí es evitable como reaccionemos ante estas situaciones. No tenemos la libertad para evitar lo inevitable, pero sí para moldear como vamos a actuar en consecuencia. Es difícil, porque nunca hemos reparado en ello, y nuestras emociones y sentimientos se activan de manera automática.
¿De dónde provienen estas sobre-reacciones? Estas reacciones no son innatas, sino que llegaron a nosotros por nuestro aprendizaje imitatorio. Se implantaron en nuestros circuitos neuronales de manera inconsciente mientras lo observábamos en nuestros padres, amigos y en la televisión como algo frecuente, porque “todo el mundo lo hace”, aunque sea desagradable y perjudicial, aunque pueda matarnos. ¿Para qué sufrir un año si podríamos sufrir una semana? ¿Para qué tener reacciones desproporcionadas si alteran la salud de nuestro cuerpo? ¿Por qué tenemos que contagiar a los demás de nuestro malestar? Si nosotros no nos ocupamos del sufrimiento evitable, estaremos atados a nuestras reacciones. Las situaciones seguirán cambiando, y cuando no nos guste "la realidad", sufriremos de manera desproporcionada.

No hay comentarios:
Publicar un comentario