
Cuando nacemos somos grandes desconocedores del mundo y de la sociedad a la que venimos. Por eso estamos hambrientos de saber, y no paramos de cuestionarnos todo. Acumularemos respuestas, y recuerdos, y experiencias. Descubrimos sensaciones agradables y otras no tanto, y a todo aquello que nos las produjo. Una tras otra vendrán las enseñanzas, las lecciones, las advertencias, las reprimendas y también los traumas. La fuente de conocimiento y también condicionamiento será diversa: nuestros padres, profesores, amigos, la música, la televisión, el cine… Durante este periodo de interacción constante, nuestras neurones están estableciendo conexiones, asociando recuerdos a sensaciones placenteras o al miedo. Se irá conformando una manera de pensar y de sentir que será más o menos fija, como lo son los datos de un CD no re-grabable, aunque, como siempre, hay excepciones.
En no pocas ocasiones se produce un conflicto entre percepción, emoción y pensamiento en oposición a los eventos de la “realidad”. La mente y el mundo entran en una cruenta batalla a veces irreconciliable, como le pasó a mi madre que acabó sucumbiendo. Su mente se fue desgastando, y esas neuronas, cansadas de emitir emociones y pensamientos de dolor, redujeron la fabricación de neurotransmisores. La llamada "depresión" se iba abriendo hueco para quedarse. Mientras estos ajustes bioquímicos tenían lugar, los pensamientos con los que mi madre definía su vivencia en el mundo eran cada vez más desalentadores. Ante la huelga de serotonina, decidió alojar a un nuevo compuesto químico en su cerebro: el alcohol. Pero aquello no solucionó el problema. No era más que una señal de que las cosas no andaban bien. Su suicidio también fue un síntoma, el último.
Que los bebés o sus madres mueran en el parto no son el síntoma de ninguna enfermedad, y más bien diríamos que es “un hecho” desafortunado. Visto desde un prisma más lejano, nos damos cuenta de que sí se puede interpretar como un “síntoma” o “indicador” del sistema sanitario de un país o nación. Muchas de las llamadas enfermedades o síndromes son también advertencias de que algo no funciona de la forma más óptima.
La enfermedad pueden tener miles de formas de expresarse y por ello adoptan nombres variados. Encontramos desde las llamadas enfermedades físicas como el cáncer, las cardiopatías o las úlceras, hasta el gran abanico de desordenes mentales. Sabemos que las enfermedades causan dolor, pero muchas veces olvidamos la verdad que subyace debajo: Las enfermedades también son manifestaciones del sufrimiento.

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