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jueves, 6 de septiembre de 2007

0034. Mi abuela me abofeteó, pero me avisó antes


Me he tumbado en la cama con una sonrisa. He llegado a un punto clave. Ya sé qué la mató: el sufrimiento. Y una vez aquí, mi investigación está casi terminada. Todos, psiquiatras y psicólogos centrados en las manifestaciones en lugar de analizar el problema subyacente, el gran sufrimiento del alma, la crisis existencial...

Sonó el timbre de mi casa. Miré por la mirilla y vi que era mi abuela. “Qué extraño que venga sin llamar por teléfono antes" – pensé. Mi abuela siempre suele telefonear por si no hay nadie en casa. Así se evita venir en balde. A lo mejor es que estaba dando un paseo y pasaba por aquí. Que más da. Abrí la puerta. “Hola abuela”. “Te voy pegar en la cara y vas a sangrar” –me dijo. “¿Qué dices abuela?” – contesté perplejo. Me abofeteó con fuerza. La sangre emanaba desde mi nariz y llegaba hasta mi boca. “El que avisa no es traidor, te lo he dicho muchas veces”. Le cerré la puerta en la cara. Menuda loca. "Abre tonto, no te enfades, yo te avisé que te iba a hacer sangre y tú te quedaste mirándome" -susurró con voz de ancianita inocente. "No quiero abrite, vete". Rompió la puerta a hachazos, como en el resplandor. Me mató.

Me desperté asustado. Parecía tan real. Lo entendía a la perfección. El sufrimiento no es el "gran traidor"... es sólo un avisador, nos dice que algo no anda bien.

Había enlazado el sufrimiento con la enfermedad mental, pero, ¿qué es el sufrimiento? ¿Qué lo causa? ¿Cómo se evita? Tengo a un sospechoso, pero debo interrogarlo a fondo. ¿Qué es todo aquello que se esconde detrás del telón? Me doy cuenta de que la investigación no está a punto de terminar. Más bien acaba de empezar.

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