
Estoy convencido de que las creencias de mi madre fueron sus asesinos. Ya he analizado el origen transmisible de las mismas por imitación y adoctrinamiento, lo fácilmente adquiribles que son, como nos aferramos a lo imitado o aprendido, y como se relacionan a nuestro sufrimiento y enfermedades mentales. Aún no tengo claro todo el contenido exacto de las mismas, aunque he descrito el mar social bastante hostil en el que nadaba, y como las personas se frustraban mutuamente. Ahora me pregunto, ¿hasta donde puede llegar la fe, creencia, suposición o superstición (pensamiento a fin de cuentas vestido mediante diversos nombres) llevado al extremo? Las creencias son fuente de dolor inflingido a personas ajenas a las mismas, como en el caso de las guerras "religiosas", los ataques racistas y xenófobos, y demás manifestaciones de la ignorancia, pero ahora me centraré en la ansiedad a la que se puede ver sometido el propio creyente.
En el bloque de enfrente vivían cinco nigerianas cuyos nombres desconozco, salvo el de una, Jumoke. Cierta mañana, esta última salió de casa en una bolsa de plástico. ¿Qué mató a mi vecina? ¿Fueron sus compañeras de piso? No. El vudú, o mejor dicho, el miedo, o para ser más específicos, la ansiedad asociada a sus (falsas) creencias la asesino sin piedad alguna.
Este tipo de muerte por sugestión también se conoce como “muerte psicógena”, debido a su relación directa con lo que se piensa. Una persona cree haber incumplido una prohibición, o haber sido hechizado, y a consecuencia, muere. La fe ciega en el poder del hechicero, Dios, espíritu, fantasma o cualquier otra forma ilusoria que adopte el pensamiento en vedad puede matar sin tocar al creyente. La fe ciega (nunca mejor dicho) en el poder del "poderoso" desencadena una terrible crisis de ansiedad que en el organismo produce grandes alteraciones en el sistema nervioso vegetativo y vascular. Finalmente produce la muerte, cuyo origen se encontraba en el miedo al “maleficio”.
El maleficio, condena divina, o como se quiera llamar dependiendo de la “cultura” o convenio en masa, es reforzado por el aislamiento social al que se somete al infractor, hechizado, impuro o pecador (igualmente, denomínese según convenga) y por las historias de horror que el sujeto ha oído desde niño.
La nigeriana de enfrente murió de miedo hacia su heredada creencia vudú. En nuestra sociedad también encontramos muertes cuyo origen es igualmente psicógeno. Existen millones de ataques cardiacos, depresiones, homicidios, cánceres, intoxicaciones o suicidios asociados a miles de creencias, como por ejemplo, el miedo al fracaso, los desengaños amorosos, ser enviado al infierno, la ausencia de una solución a los problemas, a la incapacidad de concevir un mañana mejor, y un largo etcétera.

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