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miércoles, 12 de septiembre de 2007

0049. El gato, el jamón de York y el disco rayado















Recuerdo una vez que me encontré el jamón en la encimera de la cocina. El gato se había subido y lo había mordisqueado. Entré al salón y dije “mamá, te has dejado el jamón fuera”. Comenzó a gritar “yo no he sido, porque siempre tengo cuidado de guardarlo, y además, he dicho que el gato no debería entrar a la cocina pero siempre lo dejas pasar...". Mientras ella se aceleraba, recapacité, y recordé que fui yo antes de bajar a comprar el pan. "Espera mamá, lo siento, ahora lo recuerdo, fui yo". Pero ella ya había metido el turbo, y su cerebro se negaba a pisar el freno. “Es que no me parece bien que me eches la culpa a mí, porque soy muy cuidadosa con estas cosas”. “Mamá, que ya lo sé, he sido yo”. Pero ella continuaba “Te digo hijo, que me molesta mucho que vengas y me acuses de algo que no he hecho, y es que además lo tengo muy claro porque hoy no he desayunado siquiera”. "Mamá, que lo siento, que ya lo sé". Al ver su negativa de callarse, me alejé por el pasillo hacia mi cuarto, y mientras tanto, en la distancia se escuchaba “es que vamos, lo que me faltaba, que me acusen de algo que no he hecho, es que puedo demostrar que no he comido porque no hay ningún plato mío en el fregadero”… Mi madre se había transformado en un disco rayado.

¿Por qué no se callaba? ¿Tal vez llevaba mucho tiempo sin hablar y quería ser escuchada? ¿Tal vez estaba enfadada por otro motivo y se ensañó con este despiste? ¿Realmente yo la tenía más que harta? ¿Estaba ella frustrada? ¿La habían hecho sentirse inferior en el trabajo y quería su revancha? ¿Había visto un debate en un programa de la televisión y necesitaba sentirse como una contertuliana?

No sé bien los motivos, pero una realidad sobre nuestro modo de actuar sí me quedaba más que clara. En primer lugar adquirimos comportamientos imitando, como ya he mencionado varias veces. Esta forma de discutir la podría haber copiado de algún programa en los que hablan sin parar sobre humanos que llaman "personajes del corazón", indagando en quien le mete el pene a quien adornado con una especie de psicoanálisis extraño. Pero no sólo imitamos. En segundo lugar, una vez se instaura el nuevo comportamiento, lo repetimos como si fuéramos autómatas con una única función que ejecutar. Da lo mismo que sea perjudicial para el "rayado" o para quien le rodea. En este caso, aquella manera de hablar no era beneficiosa ni para su tensión arterial, ni para mis oídos, ni para resolver la situación de manera constructiva, pero se había quedado colgada, al igual que le sucede a la computadora, en un error de redundancia cíclica.

Y cambiando de tema, o tal vez no del todo (porque creo que en esencia pudiera tener algo de relación), mi prima Chelo fue diagnosticada de Anorexia. Ya he mencionado como esta sociedad es caldo de cultivo de “enfermedades mentales” en miles de variantes, y muchas de ellas se basan en comportamientos y pensamientos negativos y dañinos repetidos una y otra vez. ¿He mencionado que mi prima también deseaba morir? ¿Y por qué? ¿Por motivos similares a los de mi madre? Posiblemente. Tal vez hable de ella, pero en otro momento.

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