
La ansiedad en sí no es algo patológico. Sí lo resulta cuando se produce una respuesta incorrecta de manera continua, ante situaciones que dificultan la vida del individuo, interfiriendo con su bienestar. Esta característica innata se ha convertido en algo patológico. Su intensidad y manifestación es variada, y por ello los psiquiatras les han dado diversos nombres: fobias, trastorno de estrés post-traumático, trastorno obsesivo-compulsivo, trastorno de pánico, agorafobia… Pero todo ello está relacionado con un factor común: los problemas a los que se enfrenta la persona, y sobre todo la forma en la que los interioriza y piensa. De nuevo habría que hablar del condicionamiento y el aprendizaje.
Volviendo a mi madre, sigo tratando de recomponer la escena del crimen. Ella huyó de una sociedad donde su aspecto físico y laboral no eran promocionados a la alza, y aquello le era continuamente recordado en los medios de comunicación. Digamos que era un entorno muy áspero. Además, la forma de interiorizar los problemas y pensar acerca de ellos era muy tremendista, también influenciado por su aprendizaje culebronero. Esto le producía una excesiva ansiedad.
Desde luego, poco pueden hacer a estas alturas los habitantes para evitar ese bombardeo mediático o mala educación. No pueden confiar en que se les vaya a prevenir al respecto. Sólo queda esperar a que tomen las riendas de sus mentes y se protejan de la tormenta en lugar de dejarse avasallar por ella.

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