
Somos moldeados por nuestro entorno. Desde pequeños hemos observado a otros seres humanos que se aferran a sus deseos y posesiones, y que sobre-reaccionan o dramatizan ante el cambio. Por imitación, nosotros hacemos lo mismo. Sentimos ansiedad antes de que algo ocurra, y un intenso dolor por lo que ya ha pasado y no podemos ya cambiar. Es cierto, nacemos en sociedades que nos condicionan a sufrir más de la cuenta, pero después de eso, nadie va resolverlo por nosotros. Atajar el sufrimiento añadido desproporcionado depende de nosotros mismos.
En todas las escuelas existen asignaturas como Lengua o Matemáticas, tremendamente importantes, nos dirán, pero en ninguna se les ocurrió impartir una materia de tanta importancia como es "nuestro sufrimiento, sus causas, sus consecuencias y como reducirlo". Las matemáticas son estupendas herramientas para los informáticos o economistas, pero de poco sirven si no hago más que pensar en pegarme un tiro cada vez que fracasa una relación sentimental o si aumento dos tallas. Si hay algo que nos vaya a joder la vida, ese será el sufrimiento ante la no aceptación de la realidad, sobre todo el sufrimiento pegajoso y denso que nos empaña la vista durante tanto tiempo que nos hace pensar qué sería mejor estar muertos que vivos.
De niños escuchamos como "los mayores" se quejan todo el tiempo. Maldicen los cientos de problemas que surgen al llegar a la vida "adulta y responsable". Le echan la culpa a cientos de factores: mi vecino, mi esposa, la enfermedad, el ruido, y no voy a negar que puedan resultar irritantes. ¿Pero quién se decide a investigar qué sucede? Si no lo saben, ¿cómo van apretar el grifo para reducir el caudal? ¿Cómo van a enseñar a las nuevas generaciones? Simplemente dicen "la vida es jodida", "es ley de vida", “estudia, trabaja, y ten una familia”.
Todos hemos sido educados en desear cosas que inevitablemente podrían cambiar y nadie nos ha advertido de los peligros añadidos. Nos intentan sensibilizar sobre los riesgos de fumar, ¿pero acaso alguien dice que los cambios inesperados pueden matar de un disgusto? La publicidad nos bombardea día y noche con mensajes como “Mantente joven”, “mantente delgado, “mantén a tu pareja", “mantén tu empleo”, “mantén tus sueños”, “mantén tu estatus”… "obtén, mantén, y sigue obteniendo".
Los que han oído hablar de la causa real del sufrimiento (y no de factores infintos a los que culpar, porque de esos hemos oído hablar todos), ha sido porque se han topado por recomendación o casualidad con un libro que hablaba del tema. Podemos definir como punto de partida del sufrimiento a nuestro entorno inconsciente que no hace más que perpetuar su propia ignorancia al respecto, ¿a quién si no? si nosotros nacimos "no sabiendo" ¿de dónde iba a venir si no es de nuestros creadores-educadores? Conocerlo es útil porque evitará que los adulemos en exceso y que asociemos el respeto con la sumisión ciega. Pero señalar sin más no conduce a nada útil, sólo a más frustración, porque nadie va a hacer nada, ni siquiera reconocerlo, menos aún pedir disculpas. Sólo nosotros podemos re-aprender a ver el mundo, pero antes tenemos que ser conscientes de qué sucede.

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