El blog de madremuerta volverá próximamente

martes, 11 de septiembre de 2007

0042. Deseo comer cuando tengo hambre


Estoy repasando la estantería de mi madre. Aquí hay unos cuantos libros de filosofía oriental y también de psicología. ¿Por qué no le funcionaron? A lo mejor no los había leído, no creo, pero pudiera ser... O tal vez no los comprendiera, o sí los comprendió pero no era fácilmente aplicable... O tal vez se le olvidó lo que había leído, o los libros no eran tan buenos o no estaban muy bien explicados... De todos modos, comprendo que es dificil que un libro luche contra la masa de información constatemente enviada por la mayoría de habitantes de la sociedad y los medios de comunicación. Mi madre tenía 12 libros, no los suficientes para evitar su depresión y suicidio asociado. Tal vez necesitara 13. Independientemente de los motivos, el leer que la base de su sufrimiento estaba en el "deseo" no le sirvió de nada. "No desees” y "acepta el presente y el cambio". La receta es tan sencilla, que me pregunto, ¿por qué no encontramos a millones de personas felices a raudales si ya han escuchado la fórmula? Es que no es sencillo de aplicar. Además, no podemos "no desear" al 100%. Nuestro cerebro está programado para garantizar nuestra supervivencia. Por ello, existen mecanismos que disparan sensaciones de ansiedad o angustia ante la ausencia de algo “necesario”, y sentimos cierto placer ante su “obtención”. Encaminar nuestro pensamiento y acciones para obtener aquello que nos libra de esa ansiedad o nos produce placer constituyen el “deseo”. Existen bienes necesarios y estamos programados para “desearlos”. ¿Cómo no vamos a desearlo si forma parte de nuestra naturaleza? Por ejemplo, si llevo dos días caminando por el desierto y estoy a punto de morir deshidratado, sea verbalizado o no en forma de pensamiento, todo mi cuerpo estará ansioso por obtener agua. Igualmente, si llevo dos días sin dormir, todo mi cuerpo ansía descansar. Si no he comido en mucho tiempo, igualmente sucederá con la comida. Si estoy a cero grados y en manga corta, desearía calor. Si tengo un dolor de muelas horrendo, desearía por todos los medios que esa sensación cesara, y sí, por supuesto que puedo decirme a mí mismo “no estoy deseando que este dolor se vaya, mi cuerpo acepta plenamente la situación”, pero en el fondo desearía que circunstancias desagradabes y perjudiciales para mí derivasen a situaciones mejores. La naturaleza nos dotó de este mecanismo para garantizar nuestra supervivencia. Existe un deseo necesario para el que estamos programados.